Narra Noelia
Jugueteo nerviosa con los hilos de mi
jersey fino color granate. Me quito el gorro caído que llevo para
alisar mi pelo con las manos. Luego me lo vuelvo a colocar
distraídamente. Busco el pequeño bote de colonia del tamaño de una
nuez que llevo en uno de los bolsillos de miz vaqueros y me echo un
poco sobre el cuello, extendiendo las gotas con la mano. Respiro
hondo y me dedico a contar los segundos que pasan; es algo que hago
al estar nerviosa. Todavía creo notar el sabor de los labios de
Niall cuando me besó en el riachuelo. Me doy cuenta de que parte de
mí desea fervientemente volver a tenerlos cerca, volver a sentir su
piel acariciando la mía. Otra parte de mi ser retiene ese deseo
prohibido y estúpido. Debería ir con más cuidado si no quiero que
me pasen ese tipo de cosas. A pesar de todo, cuando veo la cabeza
rubia asomar por entre los setos del parque mi corazón se desboca y
tengo que reprimir el impulso de correr a sus brazos.
-Niall- la palabra muere en mis labios
y toma forma de suspiro. Me avergüenzo de lo estúpida que parezco
ahora mismo. Él, sin embargo, me sonríe.
-Noe- parece que me va a abrazar, pero
se muerde el labio y me da unas palmaditas en el brazo derecho.
-¿De verdad querías dar una vuelta?-
las palabras salen de mi boca antes de que sepa exactamente por qué
las he pronunciado.
-¿A qué viene esa pregunta?- titubea
Niall, confuso.
No digo nada y bajo la mirada.
-Vamos.
La comodidad que reinaba entre los dos
por teléfono se ha esfumado, pero parece que él intenta retomar la
relación normal. No sé si me alegra o me decepciona su actitud.
Decido que trataré de actuar de la forma más natural posible,
porque lo último que quiero es que se vaya y me deje sola.
Se pone una gorra y unas gafas de sol,
además de una braga negra para el cuello que se sube hasta la nariz.
Espero que no le reconozcan, porque no estoy de humor para paparazzis
que revoloteen a nuestro alrededor exprimiendo toda la información
posible para luego modelarla a su gusto.
Un coche blanco aparece tras una
esquina. Niall saca un pequeño mando a distancia y, pulsando un
botón, abre las puertas. Me indica que entre en el asiento de
copiloto y él se coloca al volante. El coche arranca y salimos a
velocidad media por la pequeña calle. Niall frunce el ceño y trata
de recordar cómo llegar a una calle más grande.
Unos minutos más tarde esperamos en
un semáforo en rojo que da a una avenida surcada de locales
comerciales y pequeños y acogedores bares. Casi de forma
inconsciente fijo la mirada en sus sienes, sobre las que el pelo
revolotea, mecido por el aire que entra por la ventana entreabierta.
De pronto, el coche para y despierto
de mi ensoñación. Me ruborizo al ver que mi mano se ha alzado en
busca del cabello de Niall. La bajo a toda prisa y carraspeo. Me
dedica una sonrisa que no me veo capaz de devolver y sale del coche.
Le imito.
Hay un Starbucks ante nosotros;
fotos de granos de café y chocolates de todos los tonos posibles
adornan parte de sus ventanas. El símbolo verde de la sirena cuelga
sobre la entrada. Me apresuro a entrar junto a Niall y el olor a
bebidas dulces y cremosas nos rodea en cuanto entramos por la puerta.
Veinte minutos más tarde salimos del
local, yo con los labios fruncidos y Niall con expresión triunfal;
ha conseguido pagar él todo y nadie le ha reconocido. De esto último
me alegro yo también.
Mientras subimos al coche con los
frapuccinos de chocolate blanco, murmuro:
-Lo compensaré... puedes estar
seguro.
Él emite un sonido que se asemeja
vagamente a una carcajada.
-¿Adónde vamos?- pregunto, cuando el
silencio empieza a cansarme.
-¿Quién sabe?- repone él en tono de
misterio. Arqueo las cejas, con los ojos en blanco, y deseo que la
tensión remita un tanto.
Voy a replicar algo sobre lo
inadecuado de llevar a una chica a un lugar sin que ella sepa nada de
su destino y su suerte, cuando aminora hasta parar. Cierro la boca y
miro a través del parabrisas.
Es una casa de un piso pintada entera
de blanco. No tiene más que jardín que una estrecha franja de
hierba ante la puerta de entrada. Parece modesta. Miro a Niall.
-Bienvenida a mi humilde casa- dice, y
abre la verja de entrada en un gesto gentil.
Narra Clara
Harry está ahora al volante, porque
él y Louis quiere llevarnos a un sitio sorpresa. Parece que han
cambiado de idea y ya no vamos a un Starbucks. Ambos sonríen
con misterio, se dicen cosas, nos miran de reojo y ríen. Atrás
estamos inquietas; con ellos nunca se sabe lo que te espera. Estamos
apretadas en el asiento de atrás y no llevamos cinturón. Mi cadera
está presionada contra la puerta y me duele considerablemente. Deseo
llegar ya, antes de que mis huesos se aplasten como almohadas. Como
si leyese mis pensamientos, Harry para bruscamente, y las cuatro que
no vamos sujetas saltamos en el asiento.
-¡Diablos! ¿Qué manera es esta de
tratar a...?- empieza a protestar Lucía.
-La manera H&L- repone Harry con
una sonrisa radiante, al mismo tiempo que abre la puesta en un
ridículo gesto caballeresco.
-¡Ah!- rio yo-, ahora tenéis marca y
todo, ¿no? ¿Es de coches o es un servicio de atención al cliente?
-Es una marca todopoderosa, señorita-
concreta Louis.
-¿Todopoderosa?- repite Lucía,
burlona.
Entonces veo a Blanca apoyada en el
coche, con una sonrisa claramente forzada en los labios. Decido que
tengo que hablar con ella, porque está claro que le pasa algo desde
hace un tiempo. Pero este no es el momento.
-Vamos- oigo la voz de Harry junto a
mi oreja. Su cercanía me provoca un escalofrío y mis carrillos se
encienden un tanto.
Estamos ante un elegante local de
muros exteriores negros. Las ventanas oscurecidas están rodeadas por
unas luces tenues. Entramos en él en silencio, tras Harry y Louis.
Los chicos causan un gran revuelo al entrar en el local, y nosotras
agachamos la cabeza, incómodas. Harry se acerca a un camarero con
traje negro y blanco, que mira a mi amigo con incertidumbre. Harry,
sin embargo, se dirige a él con decisión y le enseña algo que
parece una tarjeta. El camarero se relaja y asiente. Luego nos guía
hasta una sala separada por un murete del resto del local. Las
paredes son rojas, y la luz de los farolillos con velas baila en las
paredes y las mesas. Harry y Louis suspiran y se quitan los
disfraces. Ambos tienes el pelo revuelto, y eso nos arranca unas
carcajadas. Nos sentamos: Meli está junto a la pared, y junto a ella
se sienta Louis. Al otro lado de Louis se coloca Lucía. Blanca toma
asiento ante Meli y Harry pasa junto a ella. Ocupo el único lugar
restante. Aún sorprendida por el lugar al que nos han traído
escuchamos a los chicos pedir dos pizzas grandes para todos. Louis
pierde su actitud formal en seguida y se recuesta descaradamente en
el asiento.
Hablamos de diversos temas mientras
comemos, desde la carrera musical de los chicos hasta temas de chicas
de los que no saben nada. Blanca mira sombría su trozo intacto; es
la única que no ha comido nada todavía. Harry le de un codazo
afectuoso y le aparta el pelo que le ha caído en la cara. Algo en mi
interior me susurra que, de no estar preocupada por mi amiga, estaría
celosa.
-Eh, ¿te pasa algo? Come- dice Harry
con voz suave-, venga... ¿No te gusta la pizza?
-No- repone Blanca y aparta la mano de
Harry-, sí que me gusta. Es sólo que...- mira la comida con
cansancio-. Estoy bien, ya como.
Y coge el trozo y se lo lleva
dubitativa a la boca. Harry y Louis se miran, y Melissa tiene una
expresión preocupada en el rostro.
-Meli. Dice Harry entonces-, ¿me
pasas el mosto?
Mi amiga asiente y alza la jarra para
dársela. Pero las manos de Harry no cogen bien la botella y esta cae
y derrama su contenido sobre mi pelo y mi ropa.
-¡Dios mío!- exclama Harry y se
lleva ambas manos a la boca-. Lo siento, lo siento, lo siento...
Parpadeo, con el zumo en mis pestañas.
Louis estalla en carcajadas y Lucía contiene la risa. Les dirijo una
mirada envenenada.
-¡Torpe!- espeta Louis a Harry.
-Lo siento... te ayudo a limpiarte,
vamos- me ofrece una mano para ayudarme a levantarme y nos alejamos
de la mesa.
-Es un baño de chicas- señalo.
Él se encoge de hombros y entra
conmigo. Pongo los ojos en blanco y espero que no haya dentro.
Mi pelo está empapado y pegajoso, y
se me pega a la cara. Mi ropa no ha tenido mucha más suerte. Harry
se muestra aún más avergonzado al ver mi expresión reflejada en el
espejo. Me lavo las manos a conciencia y voy a hacer lo mismo con la
cara, cuando él me detiene. Me giro para interrogarle con la mirada
y me encuentro con sus ojos verdes a escasos centímetros de mi
rostro, noto su aliento en mi piel. Mi boca se abre. Entonces él
rompe el embrujo- para mi alivio, porque estoy segura de que parezco
una completa idiota- pasando un papel mojado por mi cara. Recorre mis
facciones con suavidad y moja otro papel para limpiar mi cuello.
Estoy sin aliento. Me limpia los brazos también, y cuando termina
siento que ardo.
-Gracias- susurro, y él me acaricia
la cara y sonríe.
-¿Y el pelo? ¿Tienes una goma?- me
pregunta, mientras engancha sus dedos en los nudos de mi cabello.
Tardo un minuto en reaccionar y darle
la goma que llevo en la muñeca. Me recoge los mechones sucios en una
coleta con suavidad. Cuando vuelvo a mirarme en el espejo me siento
mejor: mi aspecto ha mejorado considerablemente, aunque la ropa no
tiene remedio.
Los demás se preparan para salir de
allí cuando aparecemos de nuevo. Pronto estamos de nuevo en el
coche, de vuelta a casa.