Si queréis seguir leyendo la secuela, Flying Dream, podéis hacerlo en wattpad. Mi usuario es DirectionerTributo12. Gracias a todos.
Blanca.
Living the Dream
Blanca es una cantante que acaba de salir a la fama. Ella y sus amigas son Directioners, pero ya han perdido la esperanza de conocer a sus ídolos. ¿Qué pasaría si acudiese un invitado sorpresa a uno de los conciertos?
Living The Dream
lunes, 8 de septiembre de 2014
domingo, 25 de mayo de 2014
Fin del Primer Tomo
Aquí acaba el primer tomo de mi novela sobre los chicos de One Direction. Espero que os haya gustado y que os guste el tomo dos. Si tenéis ideas para nombres estoy abierta. Mi twitter @1D_Best_Idols.
Gracias a todos.
Gracias a todos.
Capítulo 28
Narra Blanca
Zayn.
Me despierto con su nombre en la
cabeza. Puedo palpar su sabor deseable e hiriente al mismo tiempo.
Trago un poco de saliva y noto que me
duele la garganta. Sacudo la cabeza, que me pesa, y me levanto de la
cama.
«María, tengo que estar pensando en
María» me digo, pero todo lo que me viene a la cabeza es Zayn.
Sigo odiándome por haber roto la
relación que tenía con uno de mis ídolos, pero por otra parte no
puedo evitar sentirme molesta con él. ¿Por qué tiene que coquetear
de esa forma? Y otra voz dice: ¿y si no se da cuenta de lo que hace?
Esa voz es una que ha estado conmigo desde que escuché la primera
canción de One Direction, pero ha cambiado al conocerles. Se había
debilitado y escondido, pero últimamente cobra fuerza: estoy muy
enamorada de él, lo sé, lo noto, y mis sentimientos son cada vez
más intensos. Entonces me pregunto qué diría él si supiese que mi
amor por él es tan fuerte que hunde la preocupación por una de mis
mejores amigas bajo un velo secundario. Pero al instante pienso que
es aburdo, que no le importaría. Tiene novia. Perrie es su novia. A
mí me gustaba Little Mix y admiraba a todas, pero ahora Perrie ha
quedado muy lejana y fría para mí.
Suena
el timbre. Descartando la idea de que sea una fanática con mucha
suerte camino hasta el recibidor de mi habitación del hotel y abro
la puerta.
Melisa está de pie en el pasillo, y
yo fuerzo una soñolienta sonrisa que ella me devuelve. Entra y me
muestra el paquete que trae.
Se me cae el alma a los pies cuando
veo que el contenido son donuts y chocolate caliente.
Ahora no puedo decir que no.
Narra Liam
Cuando me
despierto pego un respingo: me he dormido en la solla junto a la cama
de Mría, con mi cabeza apoyada en su brazo; tengo una marca roja que
me surca la cara, l veo en el pequeño espejo que cuelga de la pared
de enfrente.
Me
froto los ojos y acaricio tiernamente el rostro de María mientras
unas silenciosas lágrimas empiezan a brotar de mis ojos marrones. No
puedo dejar que se vaya, y menos aún sin habérselo dicho, sin
haberle dicho que la amo con todo mi corazón. La idea de María
desapareciendo de mi mundo se me hace totalmente insoportable, pero
lo veo con nitidez, cercano. «¿Por qué no le dijiste nada cuando
pudiste?». Pero no la voy a dejar marchar. Blanca me ha traído la
comida por una razón: tengo que luchar, comer, seguir adelante por
ella y, sin embargo...
Me tiro de los
pelos y lloro, lloro muchísimo.
Entonces me
inclino sobre ella para besarla; tengo que hacerlo, lo necesito, lo
necesito.
Sus labios están
demasiado fríos y quietos, tanto que no puedo notar el pulso de su
corazón en ellos, pero los empujo dulce y desesperadamente con los
míos
No puede irse.
Las lágrimas
saben extremadamente saladas en medio de ambas bocas: fuego la mía,
hielo la suya..
miércoles, 12 de marzo de 2014
Capítulo 27
Narra Liam
Pasa otra semana más y María no
despierta. Mi angustia crece tanto que me cuesta concentrarme en otra
cosa que no sea reprimir mis propias lágrimas. Según los chicos
ahora como menos, y en cuanto a las chicas... las destroza verme así;
ahora no son sólo fans en el fondo de su corazón, sino también
amigas. También a mí me duele verlas tan tristes y hundidas, y me
siento mal por ser el culpable, pero la ausencia de María me está
carcomiendo con más fuerza de la que nunca habría imaginado. El
único deseo que arde en mi corazón es verla despertar y poder
mecerla de nuevo entre mis brazos. No dejarla escapar nunca más.
En este momento nos hayamos en una de
las salas de estar del hospital. Noe y Niall se comportan de una
manera rara desde hace unos días, y las chicas tratan de alegrar el
ambiente inventando cotilleos sobre lo que ha pasado entre ellos. Noe
pone los ojos en blanco cada vez que oye uno, y Niall se pone rojo y
niega con la cabeza. Meli tiene la cabeza apoyada en el regazo de
Louis, que le cuenta alguna anécdota que le ha pasado con sus
hermanas. Clara y Lucía se encuentran en otro sofá con Harry. Las
miradas que cruzan Clara y Harry de vez en cuando son cálidas, y
trato de alegrarme por lo que pueda estar pasando entre ellos. No lo
consigo. Noe se ha dormido en un sillón, o trata de volver a
dormirse, porque Niall no para de hacerle cosquillas. Blanca lee un
libro en otro asiento, apartada del mundo por los cascos. Las tazas
de té reposan vacías sobre la mesa. La mía contiene todavía el
líquido, frío e intacto, entre mis manos. Zayn no se encuentra con
nosotros; supongo que estará con Perrie, que ha tenido que acudir
hoy a una revisión por su pierna rota. Poco a poco todos callan, y
un silencio turbio cae sobre nosotros. Blanca acaba levantándose y
saliendo de la sala, con la frente fruncida. Siento que necesito ver
a María. Un minuto más tarde me encuentro en la puerta de su sala.
No está bloqueada. Me deslizo al interior con desesperación y me
siento en la silla junto a su cama. La puerta se cierra, dejándonos
solos con el pesado silencio.
Deslizo mis dedos por su frente y
aparto el pelo de su cara con delicadeza. Su piel está pálida y
fría, lo que me lleva a posar la mano en su pecho. Sólo me calmo
cuando noto los latidos de su corazón, irregulares pero presentes,
en mi mano. Entonces me doy cuenta de dónde reposa mi mano. Pero no
me importa, ahora no.
No cuento las horas que pasan hasta
que entra un médico y me echa del cuarto; el tiempo parece detenerse
junto al lecho de la inmóvil María. Cuando salgo al pasillo
descubro que está desierto. Las máquinas exprendedoras están
abandonadas junto a la pared, con los solitarios productos
descansando en el interior de los envases, esperando a ser comidos.
Un poco más adelante hay unos ventanales. Mientras me acerco
lentamente a ellos la luz anaranjada cambia el color de mi piel, y me
siento como un parásito extraño y errante sobre la faz de la
Tierra.
Si no despierta este vacío quedará
para siempre en mi interior.
Las nubes parecen algodón de azúcar
en medio de un mar de coral naranja y rosa. La Luna en cuarto
creciente asoma tímidamente entre ellas, miedosa a salir antes de
que el Sol se haya hundido del todo en el horizonte y le deje el
territorio que controla mientras hay luz del día. Deslizo mis dedos
por el fresco cristal y pego la frente también.
-Liam- dice entonces una voz suave a
mis espaldas.
Es Blanca, que me mira desde una
distancia de dos metros. Me separo del cristal y me vuelvo hacia
ella.
-Ah, hola.
Me doy cuenta de que parece más
pálida de lo habitual, y de que sus ojos parecen algo rojos. Sus
manos aferran una caja de cartón pequeña.
-Deberías... deberías comer- me dice
entonces, acercándose con la caja por delante.
-No tengo...- empiezo a decir.
-Ya sé que no quieres, pero te tengo
que obligar- replica con firmeza-. ¿Has desayunado siquiera?
-Sí, he desayunado, pero nada más.
-Te he traído carne picada con
verduras- dice mientras me tiende la caja-. Come.
-No, de verdad que no tengo apetito-
rechazo la caja.
-Por favor, come- insiste.
-Yo no...
-¡Come!- de pronto pierde la
estabilidad y se le quiebra la voz-. Come ahora. Vas a comer... vas a
comer...- tiene las mejillas arreboladas y el rostro crispado en una
mueca cansada y algo desesperada. No entiendo por qué insiste de
esta forma en que coma-. Hazlo porque... Liam come, por favor- las
lágrimas brillan en sus ojos, y no puedo resistir más; cojo la caja
que me tiende.
-Blanca, ¿qué...?- pregunto, casi en
un susurro.
-No pasa nada. Quiero que comas, eso
es todo.
Aparta los ojos, y sé que hay algo
más. Algo en su expresión me dice que esto va más allá de mi
alimentación.
No comento nada.
Ella observa en silencio mientras me
como todo lo que me ha traído. Luego asiente y se marcha por donde
ha venido.
Mis párpados todavía luchan por
cerrarse cuando salgo al pasillo que conecta las habitaciones de los
ingresados con las duchas. Anoche no pegué ojo, pero esperaba que
una ducha me despejase. Por desgracia no ha sido así. Tomaría un
café, pero mis dedos tirando obsesivamente de mi pelo me dicen que
no sería una buena idea.
Me miro las manos y tuerzo el gesto al
ver las uñas mordidas hasta la línea en la que se juntan con la
carne. A pesar de no haber comido nada bien los últimos días el
apetito no asoma, así que me abstengo de dirigirme a la zona de
comida; camino derecho hacia la habitación de María.
¡Hola a todos! Lo siento mucho por tardar tantísimo en subir capítulo, pero he estado extremadamente liada y me ha sido imposible. Aquí lo tenéis, espero que os guste.
sábado, 18 de enero de 2014
Capítulo 26
Narra Noelia
Jugueteo nerviosa con los hilos de mi
jersey fino color granate. Me quito el gorro caído que llevo para
alisar mi pelo con las manos. Luego me lo vuelvo a colocar
distraídamente. Busco el pequeño bote de colonia del tamaño de una
nuez que llevo en uno de los bolsillos de miz vaqueros y me echo un
poco sobre el cuello, extendiendo las gotas con la mano. Respiro
hondo y me dedico a contar los segundos que pasan; es algo que hago
al estar nerviosa. Todavía creo notar el sabor de los labios de
Niall cuando me besó en el riachuelo. Me doy cuenta de que parte de
mí desea fervientemente volver a tenerlos cerca, volver a sentir su
piel acariciando la mía. Otra parte de mi ser retiene ese deseo
prohibido y estúpido. Debería ir con más cuidado si no quiero que
me pasen ese tipo de cosas. A pesar de todo, cuando veo la cabeza
rubia asomar por entre los setos del parque mi corazón se desboca y
tengo que reprimir el impulso de correr a sus brazos.
-Niall- la palabra muere en mis labios
y toma forma de suspiro. Me avergüenzo de lo estúpida que parezco
ahora mismo. Él, sin embargo, me sonríe.
-Noe- parece que me va a abrazar, pero
se muerde el labio y me da unas palmaditas en el brazo derecho.
-¿De verdad querías dar una vuelta?-
las palabras salen de mi boca antes de que sepa exactamente por qué
las he pronunciado.
-¿A qué viene esa pregunta?- titubea
Niall, confuso.
No digo nada y bajo la mirada.
-Vamos.
La comodidad que reinaba entre los dos
por teléfono se ha esfumado, pero parece que él intenta retomar la
relación normal. No sé si me alegra o me decepciona su actitud.
Decido que trataré de actuar de la forma más natural posible,
porque lo último que quiero es que se vaya y me deje sola.
Se pone una gorra y unas gafas de sol,
además de una braga negra para el cuello que se sube hasta la nariz.
Espero que no le reconozcan, porque no estoy de humor para paparazzis
que revoloteen a nuestro alrededor exprimiendo toda la información
posible para luego modelarla a su gusto.
Un coche blanco aparece tras una
esquina. Niall saca un pequeño mando a distancia y, pulsando un
botón, abre las puertas. Me indica que entre en el asiento de
copiloto y él se coloca al volante. El coche arranca y salimos a
velocidad media por la pequeña calle. Niall frunce el ceño y trata
de recordar cómo llegar a una calle más grande.
Unos minutos más tarde esperamos en
un semáforo en rojo que da a una avenida surcada de locales
comerciales y pequeños y acogedores bares. Casi de forma
inconsciente fijo la mirada en sus sienes, sobre las que el pelo
revolotea, mecido por el aire que entra por la ventana entreabierta.
De pronto, el coche para y despierto
de mi ensoñación. Me ruborizo al ver que mi mano se ha alzado en
busca del cabello de Niall. La bajo a toda prisa y carraspeo. Me
dedica una sonrisa que no me veo capaz de devolver y sale del coche.
Le imito.
Hay un Starbucks ante nosotros;
fotos de granos de café y chocolates de todos los tonos posibles
adornan parte de sus ventanas. El símbolo verde de la sirena cuelga
sobre la entrada. Me apresuro a entrar junto a Niall y el olor a
bebidas dulces y cremosas nos rodea en cuanto entramos por la puerta.
Veinte minutos más tarde salimos del
local, yo con los labios fruncidos y Niall con expresión triunfal;
ha conseguido pagar él todo y nadie le ha reconocido. De esto último
me alegro yo también.
Mientras subimos al coche con los
frapuccinos de chocolate blanco, murmuro:
-Lo compensaré... puedes estar
seguro.
Él emite un sonido que se asemeja
vagamente a una carcajada.
-¿Adónde vamos?- pregunto, cuando el
silencio empieza a cansarme.
-¿Quién sabe?- repone él en tono de
misterio. Arqueo las cejas, con los ojos en blanco, y deseo que la
tensión remita un tanto.
Voy a replicar algo sobre lo
inadecuado de llevar a una chica a un lugar sin que ella sepa nada de
su destino y su suerte, cuando aminora hasta parar. Cierro la boca y
miro a través del parabrisas.
Es una casa de un piso pintada entera
de blanco. No tiene más que jardín que una estrecha franja de
hierba ante la puerta de entrada. Parece modesta. Miro a Niall.
-Bienvenida a mi humilde casa- dice, y
abre la verja de entrada en un gesto gentil.
Narra Clara
Harry está ahora al volante, porque
él y Louis quiere llevarnos a un sitio sorpresa. Parece que han
cambiado de idea y ya no vamos a un Starbucks. Ambos sonríen
con misterio, se dicen cosas, nos miran de reojo y ríen. Atrás
estamos inquietas; con ellos nunca se sabe lo que te espera. Estamos
apretadas en el asiento de atrás y no llevamos cinturón. Mi cadera
está presionada contra la puerta y me duele considerablemente. Deseo
llegar ya, antes de que mis huesos se aplasten como almohadas. Como
si leyese mis pensamientos, Harry para bruscamente, y las cuatro que
no vamos sujetas saltamos en el asiento.
-¡Diablos! ¿Qué manera es esta de
tratar a...?- empieza a protestar Lucía.
-La manera H&L- repone Harry con
una sonrisa radiante, al mismo tiempo que abre la puesta en un
ridículo gesto caballeresco.
-¡Ah!- rio yo-, ahora tenéis marca y
todo, ¿no? ¿Es de coches o es un servicio de atención al cliente?
-Es una marca todopoderosa, señorita-
concreta Louis.
-¿Todopoderosa?- repite Lucía,
burlona.
Entonces veo a Blanca apoyada en el
coche, con una sonrisa claramente forzada en los labios. Decido que
tengo que hablar con ella, porque está claro que le pasa algo desde
hace un tiempo. Pero este no es el momento.
-Vamos- oigo la voz de Harry junto a
mi oreja. Su cercanía me provoca un escalofrío y mis carrillos se
encienden un tanto.
Estamos ante un elegante local de
muros exteriores negros. Las ventanas oscurecidas están rodeadas por
unas luces tenues. Entramos en él en silencio, tras Harry y Louis.
Los chicos causan un gran revuelo al entrar en el local, y nosotras
agachamos la cabeza, incómodas. Harry se acerca a un camarero con
traje negro y blanco, que mira a mi amigo con incertidumbre. Harry,
sin embargo, se dirige a él con decisión y le enseña algo que
parece una tarjeta. El camarero se relaja y asiente. Luego nos guía
hasta una sala separada por un murete del resto del local. Las
paredes son rojas, y la luz de los farolillos con velas baila en las
paredes y las mesas. Harry y Louis suspiran y se quitan los
disfraces. Ambos tienes el pelo revuelto, y eso nos arranca unas
carcajadas. Nos sentamos: Meli está junto a la pared, y junto a ella
se sienta Louis. Al otro lado de Louis se coloca Lucía. Blanca toma
asiento ante Meli y Harry pasa junto a ella. Ocupo el único lugar
restante. Aún sorprendida por el lugar al que nos han traído
escuchamos a los chicos pedir dos pizzas grandes para todos. Louis
pierde su actitud formal en seguida y se recuesta descaradamente en
el asiento.
Hablamos de diversos temas mientras
comemos, desde la carrera musical de los chicos hasta temas de chicas
de los que no saben nada. Blanca mira sombría su trozo intacto; es
la única que no ha comido nada todavía. Harry le de un codazo
afectuoso y le aparta el pelo que le ha caído en la cara. Algo en mi
interior me susurra que, de no estar preocupada por mi amiga, estaría
celosa.
-Eh, ¿te pasa algo? Come- dice Harry
con voz suave-, venga... ¿No te gusta la pizza?
-No- repone Blanca y aparta la mano de
Harry-, sí que me gusta. Es sólo que...- mira la comida con
cansancio-. Estoy bien, ya como.
Y coge el trozo y se lo lleva
dubitativa a la boca. Harry y Louis se miran, y Melissa tiene una
expresión preocupada en el rostro.
-Meli. Dice Harry entonces-, ¿me
pasas el mosto?
Mi amiga asiente y alza la jarra para
dársela. Pero las manos de Harry no cogen bien la botella y esta cae
y derrama su contenido sobre mi pelo y mi ropa.
-¡Dios mío!- exclama Harry y se
lleva ambas manos a la boca-. Lo siento, lo siento, lo siento...
Parpadeo, con el zumo en mis pestañas.
Louis estalla en carcajadas y Lucía contiene la risa. Les dirijo una
mirada envenenada.
-¡Torpe!- espeta Louis a Harry.
-Lo siento... te ayudo a limpiarte,
vamos- me ofrece una mano para ayudarme a levantarme y nos alejamos
de la mesa.
-Es un baño de chicas- señalo.
Él se encoge de hombros y entra
conmigo. Pongo los ojos en blanco y espero que no haya dentro.
Mi pelo está empapado y pegajoso, y
se me pega a la cara. Mi ropa no ha tenido mucha más suerte. Harry
se muestra aún más avergonzado al ver mi expresión reflejada en el
espejo. Me lavo las manos a conciencia y voy a hacer lo mismo con la
cara, cuando él me detiene. Me giro para interrogarle con la mirada
y me encuentro con sus ojos verdes a escasos centímetros de mi
rostro, noto su aliento en mi piel. Mi boca se abre. Entonces él
rompe el embrujo- para mi alivio, porque estoy segura de que parezco
una completa idiota- pasando un papel mojado por mi cara. Recorre mis
facciones con suavidad y moja otro papel para limpiar mi cuello.
Estoy sin aliento. Me limpia los brazos también, y cuando termina
siento que ardo.
-Gracias- susurro, y él me acaricia
la cara y sonríe.
-¿Y el pelo? ¿Tienes una goma?- me
pregunta, mientras engancha sus dedos en los nudos de mi cabello.
Tardo un minuto en reaccionar y darle
la goma que llevo en la muñeca. Me recoge los mechones sucios en una
coleta con suavidad. Cuando vuelvo a mirarme en el espejo me siento
mejor: mi aspecto ha mejorado considerablemente, aunque la ropa no
tiene remedio.
Los demás se preparan para salir de
allí cuando aparecemos de nuevo. Pronto estamos de nuevo en el
coche, de vuelta a casa.
sábado, 21 de diciembre de 2013
Capítulo 25
Narra Lucía
Cuando llegamos al lugar del que ha
venido el grito vemos un bulto tendido sobre el suelo. Entrecierro
los ojos para distinguir mejor la forma. Es una chica, que se ha
hecho un ovillo junto al bordillo de la calzada, y se sujeta una
pierna con ambas manos. Cruzo una mirada rápida con Clara y Blanca y
me acerco, con cautela.
Me agacho junto a la chica y le toco
el hombro con suavidad. Ella gime y se acurruca más. Es rubia y
delgada, y pienso que me suena mucho. Pero no le veo la cara, por lo
que no puedo estar segura de nada.
-Eh- murmuro-. ¿Estás bien? ¿Qué
ha pasado?
Por fin vuelve un poco la cabeza. Veo
sus ojos azules como el hielo, su nariz fina y su piel pálida. Un
nombre acude a mi mente: Perrie. En seguida, mis cuerdas vocales lo
pronuncian, y ella vuelve a gemir.
-¿Qué diablos te ha pasado?- vuelvo
a preguntar.
-No sé... algo me ha empujado y he
caído. Me he golpeado la rodilla- jadea.
Me vuelvo hacia atrás y sacudo la
mano, para llamar la atención de mis amigas.
-¡Chicas! Ayudadme- grito, y ellas
corren hacia mí.
-¿Qué ha pasado? ¿Quién es?- dice
Clara. Su mirada se encuentra con la de Perrie y se para un segundo-.
¡Perrie!
Blanca se ha parado un par de pasos
más allá, y parece indecisa. Clara suspira y la agarra por el
brazo. Le sisea algo y la arrastra hacia aquí.
-Vamos a meterla en el hospital, y que
la revisen o algo...- dice Clara, y yo asiento.
Agarro a Perrie por las piernas, y
Clara por la parte de arriba. Blanca nos ayuda a cargar con ella, sin
decir palabra.
Entramos en el complejo del hospital,
dejamos a Perrie sentada en los bancos de recepción y avisamos a una
de las enfermeras de la situación. Nos dice que harán una revisión
de la rodilla y que nos comunicarán los resultados. Clara sigue
siseándole cosas a Blanca al oído de vez en cuando, y yo decido
llamar a Zayn para comunicarle lo ocurrido. Me parece lo correcto. La
voz de Zayn suena aburrida cuando responde a la llamada:
-¿Diga?
-¡Zayn!
-Eh... ¿Lucía?- murmura, un poco más
despejado.
-Sí, soy yo. Oye... ha pasado una
cosa.
-Te escucho.
Carraspeo un poco para aclararme la
garganta y procedo a contarle todo el incidente.
-Mira... Perrie ha aparecido de pronto
junto al hospital. Se ha tropezado, o algo le ha empujado y se ha
golpeado la rodilla. Están revisando si está rota. Si quieres...
-¿Perrie?- la voz de Zayn no suena
preocupada, como me esperaba, sino más bien ligeramente cansada,
aunque no sé de qué-. Voy en seguida. Ahora os veo.
Cuelga antes de que pueda decir nada
más. Bufo y me vuelvo hacia mis amigas. Están sentadas alrededor de
una mesa baja que hay en una pequeña sala de espera pegada al
vestíbulo. Me encojo de hombros y entro.
-¡No! ¡No es justo, casi no recuerdo
las reglas!- protesta Blanca, alzando las manos. Sonrío, contenta de
que vuelva a estar algo más relajada. Estos últimos días ha estado
demasiado tensa y callada para mi gusto. Veo que juegan a las cartas
españolas, y siento una punzada de añoranza hacia mi país.
-Esa memoria... de verdad, no sé cómo
te aprendes las canciones...- está diciendo Clara, para picar a
Blanca. Ella la fulmina con la mirada y replica:
-Al menos me acuerdo de mi propio
número de teléfono.
Clara arruga la nariz.
-¡Eh! Eso fue hace mucho, y era un
día que tenía un dolor de cabeza...
-Ya, ya- repone Blanca, riendo-.
Excusas.
Clara hace un gesto con la mano,
indicando que no le importa lo que diga. Entonces me ven.
-Por fin, Lucía. ¿Con quién
hablabas?- pregunta Clara, haciéndome un hueco en el mullido sofá
en el que se ha sentado.
-Con Zayn- respondo, colocándome a su
lado-. Le he avisado de lo ocurrido. Pero no se ha inmutado mucho, la
verdad.
-¿Va a venir?- pregunta Blanca, a
bocajarro.
-Eh... sí. Dijo que venía en
seguida.
Blanca parece a punto de decir algo
más, pero cierra la boca y asiente. Me recuesto contra el respaldo
acolchado de mi asiento y me estiro.
-Dios- suspiro, bostezando-. De
repente me ha entrado sueño.
-Pues duerme- repone Clara, barajando
las cartas-. ¿Juegas?
-¿A qué?- pregunto a mi vez,
frotándome los ojos. Por cierto, ¿y los chicos?
-Ni idea- dice Clara, y saca su móvil.
Señala la pantalla-. ¿Les llamamos?
Entonces suena el móvil de Blanca.
Ella descuelga y se lo lleva a la oreja. El que ha llamado dice algo,
y luego mi amiga propone que poner el altavoz. Una voz femenina que
conozco ya bien suena, distorsionada, a través del cacharro:
-Estoy con Louis y Harry. No sabemos
qué hacer, y estos dos... ¡Ay!- suelta entonces-. Bueno, están
haciendo una guerra de almohadas. Os digo que voy a acabar machacada
como no me rescate alguien con un plan.
Soltamos una carcajada.
-Vale, vale- la tranquiliza Blanca,
conteniendo aún la risa-. Podemos ir a dar una vuelta por la ciudad,
que hace días que no la veo.
-Es verdad... Ay, que pereza- suspira
Melissa.
-¿El qué te da pereza?- inquiere
Clara.
-Las clases... empiezan el lunes. Es
decir pasado mañana.
-¿Te has apuntado al final?- pregunto
yo, interesada. Yo y Blanca no tenemos clases, por nuestro trabajo.
-Sí. Además, podré entregar las
entrevistas que hice durante el tour. Eso me servirá a cambio de los
exámenes iniciales. Ya los habéis tenido, ¿no?- se dirige a Clara.
-Sí. Los hicimos online- asiente
esta.
Suena un golpe sordo a través del
móvil, y Meli suelta una sarta de palabrotas dirigidas a los chicos
que la incordian.
-Bueno, nos vemos en unos minutos ante
el hospital. Espero llegar entera.
-Adios- respondemos, y Meli cuelga.
Narra Noelia
Me fui del hotel en cuanto me levanté,
y ahora estoy sentada en un parque tranquilo y aislado, leyendo un
libro. Necesito relajarme un poco. Hace una brisa agradable y el sol
me calienta la piel. No hay nadie más en el parque, ni niños
revoltosos ni ancianos cansados. Sonrío y miro hacia el cielo. Hay
pocas nubes, y está completamente azul. Bajo la mirada al cabo de
unos segundos, porque la luz hiere mis ojos. Entonces suena mi móvil.
Estoy a punto de no cogerlo, pero el repetitivo pitido acaba
venciéndome, porque no lo soporto. Gruño y miro la pantalla. Mi
humor cambia al leer el nombre que brilla en ella: Niall.
Noto cómo los latidos de mi corazón
se aceleran y se intensifican, y pronto los siento en cada fibra de
mi ser. La sangre me zumba ligeramente en los oídos mientras a mi
mente vuelven las imágenes del día en el que me caí al río con
Niall. Mis dedos aprietan el botón verde del móvil casi con
desesperación. Temo que Niall oiga mis temblores nerviosos a través
de la línea. Sonrío al oír su voz:
-Noe, ¿tienes algo que hacer?
Unas mariposas nacen en mi estómago. Consigo responder, con voz entrecortada:
Unas mariposas nacen en mi estómago. Consigo responder, con voz entrecortada:
-No, nada. ¿Por qué?
-¿Te apetece que demos una vuelta?
-¿Te apetece que demos una vuelta?
-¿Puedes sin que te ataque medio
mundo?- inquiero, enarcando una ceja.
-Sé camuflarme- replica él. Me río
un poco, porque de pronto me imagino a Niall en forma de camaleón-.
¿De qué te ríes?
-De nada, de nada. Claro que me
apetece verte... ¿dónde nos vemos? ¿Ahora mismo?- creo que mi voz
suena claramente ansiosa, pero ya no me importa mucho.
-Puedo pasar a por tí, si me dices
dónde estás. Te invito a algo y vamos a mi hotel, por ejemplo...
-No- corto.
-¿No?- suena desilusionado y
sorprendido.
-No te dejo invitarme a nada, pero
claro que voy, tonto.
Empiezo a reírme de su ingenuidad, y
casi puedo ver cómo arruga la nariz.
-Ya veremos. Anda, dime tu paradero.
-Le digo como puedo cómo llegar hasta
el parque, y él me asegura que en seguida llegará.
Intento volver al libro, pero por mi
cabeza rondan demasiadas ideas fantásticas, infantiles y estúpidas
sobre Niall y yo.
-¡Ay Noe, por dios! ¡Lo del río fue
un accidente!- me grito a mí, misma, frustrada.
«¿Estás
segura?» me susurra una voz en la mente, pícara. Agito la mano,
como si pudiese apartarla como a las moscas.
Narra Melissa
Me cuesta contener la risa cada vez
que miro a mis dos acompañantes; Louis se ha puesto unas gafas de
mentira y una gorra que le tapa media cara y le da aspecto de
mafioso. Además, se ha metido ropa bajo la camiseta, para simular
una panza. Harry se ha pegado una barba postiza y un bigote a juego,
y lleva un bastón en la mano. No sé qué mosca les ha picado, pero
estoy segura de que no se disfrazan tanto cuando salen normalmente.
Al menos no les reconocerán.
Hemos cogido el coche rojo de Harry, y
él me ha ordenado que conduzca, porque dice que un abuelo tan viejo
no debe hacerlo. He puesto los ojos en blanco al oír semejante
tontería, pero he cedido.
-Las otras no os reconocen en la vida-
repito por enésima vez, mientras ambos payasos se pegan tortas en
los asientos traseros.
-Mejor- repone Louis.
-¿De verdad vais a ir así por la
calle?- inquiero, mientras giro el volante para torcer una esquina.
-¡Claro!- responden al unísono.
-¿Qué pasa? ¿Te da vergüenza?-
trata de picarme Louis, pero no muerdo el anzuelo.
-Para nada. Pero me gustaría tener la
sensación de acompañar a dos jóvenes, y no a dos locos- gruño.
No dicen nada. Y yo tampoco digo nada
más hasta que llegamos al hospital. No les permito que me acompañen
a buscar a mis amigas, porque no quiero ser el payaso del complejo.
Cuando pregunto por mis amigas a la
recepcionista me indica con la mano una sala contigua al vestíbulo.
Le doy las gracias y entro.
-¡Ya estoy aquí!- digo, a modo de
saludo. Clara corre a abrazarme, y yo le devuelvo el abrazo de buena
gana-. Chicas, os advierto de que los dos locos que llevo en el coche
están disfrazados de forma ridícula para camuflarse, según ellos.
El resto se ríe.
-¿No es eso lo que más nos gusta de
ellos? ¿Que son ellos mismos todo el tiempo?- apunta Lucía.
-Es verdad. Dios, no me creo todavía
del todo que sean nuestros... ¿amigos?- suspira Blanca.
-Yo creo que sí que podemos llamarles
amigos- sonrío, y salimos de la sala.
-Oye...- vacila entonces Blanca,
parándose en seco- debería esconder un poco mi identidad, o armaré
un revuelo tremendo.
-Ponte algo discreto, no como los
otros, por favor.
-Tranquila, no pretendo asustar a
medio barrio- repone mi amiga, guiñando un ojo.
Se pone unas gafas de sol y una gorra
de skate y andamos hasta el coche.
Cuando nos hemos sentado como podemos
arranco el motor y nos dirigimos al Starbucks
al que quiere ir Harry. Me siento muy
bien, como en un sueño, casi como si flotara. Al igual que a Blanca,
me cuesta asimilar del todo nuestra situación. Tengo el
presentimiento de que hoy no se me borrará la sonrisa.
Hi guys:)
Buueno, he tardado mucho en subir, pero es que no he podido escribir... aquí os dejo el capítulo. Veo que hay lectores, pero nunca me dejáis comentarios. Quiero ver alguno, en serio... Os recuerdo que podéis comentar sin tener cuenta. Tenéis que ir al final de la página, buscar donde pone el número de comentarios o "ningún comentario" y darle a eso. Os aparecerán los comentarios y un espacio para poner el vuestro
¿Qué opináis del problema entre Perrie, Blanca y Zayn? ¿Y de María y Liam? ¿Creéis que María se recuperará? ¿Y lo de Niall y Noe, saldrá adelante?
¿Qué opináis del problema entre Perrie, Blanca y Zayn? ¿Y de María y Liam? ¿Creéis que María se recuperará? ¿Y lo de Niall y Noe, saldrá adelante?
En el próximo capítulo saldrá la "cita" de estos dos últimos, y la desastrosa y revuelta tarde de Louis, Harry, Melissa, Lucía, Clara y Blanca. Puede que pase algo más...
Besos, y gracias por leer.
Blanca
viernes, 6 de diciembre de 2013
Capítulo 24
Lo primero que veo cuando vuelvo a
abrir el móvil, tras el aterrizaje en el aeropuerto de Barajas, es
que tengo al menos diez llamadas perdidas; cinco son de Noelia, tres
de Liam y dos de Harry.
¿Qué pasa? ¿Por qué me llaman
tanto?
Me paro al ver el mensaje que me ha
mandado Noe. Lo abro, con el corazón palpitando descontrolado. Es
corto, pero basta para darme una puñalada fuerte y dolorosa en las
entrañas. Me paro en seco, junto a la salida de la terminal del
aeropuerto. George, que camina junto a mí, me mira, frunciendo el
ceño.
-¿Estás bien?
Las
palabras María ha tenido
un accidente rebotan en
mi cabeza, clavándose como púas en mi mente, y extendiendo una
mezcla de rabia, angustia y nervios por mi cuerpo, que se ha tensado.
Trato
de decirme que todo está bien, que está en el hospital, que se
recuperará. Pero siempre le he tenido miedo a la muerte, y casi más
a la pérdida de un ser querido. Mi garganta está seca y mis cuerdas
vocales paralizadas, por lo que no consigo responder a la pregunta de
George. Miro al suelo, pero no lo veo. Sólo veo el rostro inmóvil
de mi amiga yaciendo sobre una almohada inmaculadamente blanca,
rodeada de tubos. Mi mente
imagina lo improbable, imagina que la pierdo, que se sume en la
oscuridad para siempre.
¿Cómo sé que es tan improbable? No
me han dicho en qué estado se encuentra, no me han dicho nada.
Mis pensamientos se enredan, y me
mareo. El brazo de mi mánager me sujeta, para evitar que caiga al
suelo.
-Blanca, ¿qué te pasa? ¿Ocurre
algo...?
Me suelto, y salgo corriendo. La gente
protesta cuando la empujo, mis guardaespaldas y el resto del equipo
está desconcertado. Pero, a pesar de sus intentos por atraparme, no
consiguen sujetarme. Parte de mi cerebro oye los gritos de los fans,
pero no tengo intención de hacerles caso alguno. Los chillidos, que
normalmente me perforan los oídos, resultan lejanos e irreales,
amortiguados por una pared insonorizada que no funciona del todo.
Sé que no debo hacer esto, que está
muy mal, pero no puedo parar.
Paro un taxi, me monto, reviso el
único dato que me ha dado Noe, a parte de la noticia: el hospital en
el que está ingresada mi amiga.
Le digo la dirección al taxista, y
debo de sonar muy angustiada, porque me mira, preocupado. Por suerte,
es un señor mayor, y no parece reconocerme.
Creo
que le pido varias veces que acelere, porque me responde en un tono
de voz que suena al mismo que los adultos suelen usar con los niños
pequeños: ¡No es
posible! No
se deben pasar los límites de velocidad, están para algo...
Cuando la puerta se abre, casi olvido
pagarle lo debido, y salgo disparada al exterior.
Los contornos del hospital se mezclan,
en un torbellino pálido. Avanzo hacia la única abertura que veo con
claridad: la puerta de entrada.
Cuando estoy a punto de atravesarla, una mano me detiene. Me intento zafar del agarre, casi desesperada, hasta que mi captor habla:
Cuando estoy a punto de atravesarla, una mano me detiene. Me intento zafar del agarre, casi desesperada, hasta que mi captor habla:
-Blanca, Blanca, tranquilízate,
vuelve. Estoy aquí- es Clara.
Parpadeo, y la figura se hace nítida.
Nuestros ojos se encuentran, y recupero la voz, así, de pronto.
-¿Qué le ha pasado? ¿Está muy mal?
Oh, Dios, no es justo...
Mi amiga me hace un gesto con la mano.
-Está inconsciente. No nos han
confirmado exactamente su estado. Creo que no lo quieren hacer
público todavía; puede que no estén seguros.
Respiro hondo.
-¿Cuándo?
-Eso lo sabe Noe. Yo estaba con Harry,
cuando me llamó, contándome la noticia. Pero no le hemos preguntado
todavía. Blanca, por favor, tranquila. No se va a morir.
Me abraza, hasta que me relajo un
tanto. Mi cabeza, que parecía estar en el centro de un tifón,
vuelve a su sitio, y me siento mucho mejor. Al final, me separo de
ella y digo:
-Ya estoy mejor. Supongo que he
exagerado un tanto, ¿no?- me mira, con una media sonrisa, pero no
dice nada-. ¿Dónde está Zayn?- la pregunta brota de mis labios
antes de que pueda pensar en lo que voy a decir, antes de que pueda
detenerme. La expresión de Clara se vuelve divertida.
-¿Zayn? Ah, se ha ido.
-¿No le interesa? Ah, claro, él
nunca...- bufo, enfadada de pronto.
-Oh, no. Vino, y muy rápido. Creo que
estaba con Perrie cuando Noe le llamó. Creo que a Perrie le molestó
la interrupción- oír eso me produce una siniestra satisfacción,
aunque sé que está mal que me sienta así-. Pero se tuvo que ir.
Sigue... ¿cómo decirlo? Callado, taciturno, casi triste.
¿Triste? Me pregunto por qué podría
estar triste Zayn. Parte de mí desea ardientemente hablar con él,
ayudarle, servirle de apoyo. Siento el mismo sentimiento que sentía
antes cada vez que en las noticias, o en Twitter, decían que
uno de los cinco estaba mal. Aunque tal vez la sensación sea
diferente, porque les conozco.
Son mis amigos, ¿o no? Por una parte,
esa idea sigue pareciéndome absurda, irreal.
-Bueno, ¿puedo ver a María?
Clara vacila.
-No nos dejan ahora. Dicen que
necesita tranquilidad total- al ver que cruzo los brazos, añade-: a
mí también me gustaría verla. No nos han dejado a ninguna.
Hay un silencio, que es interrumpido
por las vibraciones de mi móvil, en el bolsillo de mi chaqueta
vaquera.
El nombre de mi mánager brilla en la
pantalla: George.
Suspiro, recordando de pronto mi
precipitada huida del aeropuerto; George no debe de estar muy
contento conmigo ahora mismo.
-Cógelo, venga- me insta Clara.
Le respondo con una mueca, y el móvil
deja de vibrar en la palma de mi mano.
-No sé- murmuro.
-¿Por qué? ¿Ha pasado algo?
-Bueno- tuerzo la boca y suelto un
gruñido, antes de proseguir-: digamos que salí volando del
aeropuerto.
-¿A qué te refieres?
-Cuando vi el mensaje sobre lo de
María... me descontrolé. Salí corriendo, sin permiso. Creo que a
George no le hizo gracia.
-¿Te escapaste de tu propio equipo?-
inquiere Clara, escéptica.
-Sí- repongo.
-Rebelde...- comenta, divertida-. De
todas formas, no vas a estar sin contactar con ellos toda la
eternidad, así que soluciona ya las cosas.
-Supongo que debería hacerlo.
-Sí, debes.
Como siguiendo el hilo de nuestra
conversación, mi móvil vuelve a sonar. Le hago un gesto a mi amiga,
y me alejo un poco, para poder hablar tranquilamente.
-¿En qué demonios estabas pensando?-
estalla George, antes de saludar siquiera.
No sé qué decir, pero bufo, para que
sepa que sigo escuchando, que no he colgado.
-Cielos, niña- me llama así cuando
está enfadado, a pesar de que sabe que lo detesto-. No puedes hacer
ese tipo de cosas. No es sólo por la educación; también es por tu
seguridad, los horarios, tu imagen pública...
Sigue citando una serie de razones,
cada una más estúpida que la anterior, y dejo de escucharle, para
pensar en lo que voy a decir, porque no puedo quedarme callada para
siempre. La única razón que me llevó a hacer lo que hice fue el
repentino miedo por mi amiga, y no creo que eso le baste a George; me
soltaría un discurso sobre mi trabajo, mis prioridades, sobre la
imagen que debo mostrar al mundo... y otras muchas cosas que no me
apetece nada escuchar.
-Lo siento- es lo único que se me
ocurre, y sé que sueno como una estúpida.
-Ya- gruñe él-. ¿Lo siento? ¿En
serio?
-Sí- repongo incómoda-. ¿Qué
quieres que diga?
-¡Cielos!- suelta-. Dame una buena
razón.
-¡George! Mi trabajo no elimina mis
reacciones espontáneas. Siento cosas, tengo una mente que...-
comienzo a irritarme.
-No te llamo máquina, ni robot,
Blanca...
-También tengo intimidad- corto,
enfadada.
-Nunca te la he pretendido arrebatar.
-Ahora lo haces. Tengo mis razones.
Actué mal, sí. Lo siento, ¿de acuerdo? Pero no tengo que darte
unas razones que me pertenecen.
No dice nada, y reprimo el impulso de
colgar en el instante.
-Está bien...- suspira al fin- pero
el caso es que tu equipaje...
-Puedo ir a organizar mis cosas. Voy
para allá ahora mismo.
-Hasta luego, entonces- responde, en
tono seco.
Cuelgo, apretando con mucha fuerza la
pantalla. Sobre ella aparecen unas manchas, signo de que el gel que
contiene se ha alterado por la presión de mi dedo.
Le digo a Clara lo que voy a hacer, y
que no tardaré en volver, y luego cojo un taxi.
Veinte minutos más tarde cargo con
las maletas, entre la multitud de fans congregada ante mi hotel. A
veces, me sorprende la rapidez con la averiguan mi paradero. Dado que
este es el mismo hotel de la vez anterior, muchos de ellos se habrán
arriesgado a probar suerte. Y la tienen, aunque no toda la que
podrían haber tenido: George está enfadado todavía, y me ha
prohibido firmar y conocer a los fans.
Aún así, y a pesar de mi propia
irritación, aprovecho los instantes en los que los guardias no
prestan atención a mis movimientos para firmar un par de autógrafos.
También ofrezco sonrisas, a pesar de que me cuesta esbozarlas.
No pierdo más tiempo; en cuanto he
dejado todo el equipaje en mi cuarto y me he cambiado de ropa- aunque
no estuviera sucia, sentía la necesidad de cambiarme-, salgo del
edificio para regresar al hotel. Lo hago por una puerta trasera más
pequeña, y en la que no hay gente esperándome.
Encuentro al resto- Liam, Louis,
Harry, Niall, Noe y Clara- en una sala del complejo en la que hay
unos mullidos sofás y una mesa baja. De pronto, me pregunto dónde
estarán Lucía y Melissa; venían conmigo, y no sé que hicieron
tras mi huida.
-¡Blanca!- Noe corre a darme un
abrazo, y la siguen Harry, Liam y Louis.
Niall sonríe, me da una palmada
amistosa en el hombro y me revuelve el pelo. Detrás, Noe pone una
expresión curiosa.
-¿Y Meli?- pregunta Louis entonces,
con una leve decepción en su voz.
-Ni idea... ha habido un pequeño
incidente... y no sé dónde está ni ella ni Lucía- suelto una
breve carcajada-. ¿Y Brett?
-Brett está con su familia ahora
mismo; hacía mucho que no se veían- responde Harry, encogiéndose
de hombros.
-¿Llamamos a Meli y a Lucía?-
pregunta Clara, y ninguno objeta nada.
Meli no responde, pero Lucía sí lo
hace, y nos sentamos en círculo sobre el suelo. Cñara activa el
altavoz de su móvil.
-¿Diga?- se oye la voz de Lucía,
distorsionada, al otra lado de la línea.
-¡Lucía!- Noe y Clara empiezan a
hablar atropelladamente, y nadie entiende una sola palabra durante un
rato. Me veo obligada a interrumpir su cháchara sin sentido:
-¡Eh, eh! Chicas, una a una, por
favor...
Mis amigas se miran. Parecen darse
cuenta de lo ridícula que ha resultado la escena, porque estallan en
carcajadas. Lucía suspira brevemente, y ríe también.
-¿Está Meli contigo?
-Qué va. Se fue a hacer algo que
calificó de importante- responde Lucía-. ¿Dónde fuiste, Blanca?
-Bueno...
Procedemos a contarle lo que le ha
sucedido a María. Nos cuesta coordinar los turnos de palabra, pero
lo conseguimos. Cuando dejamos de hablar, un silencio pesado cae en
la sala.
-Oh...
-Pero se pondrá bien- Louis trata de
aligerar el ambiente, aunque su voz no suena demasiado firme.
-¿Y Meli lo sabe?- pregunta mi
telonera.
-La endemoniada no contesta al móvil-
murmura Noe, pulsando la pantalla de su móvil.
-A lo mejor se ha quedado sin batería-
me encojo de hombros.
-O a lo mejor nos evita- repone Louis,
burlón.
-Oh, sí, seguro que te evita a ti- le
ataca Niall, y todos esbozamos una débil sonrisa. El rubio parece
decepcionado, porque su supuesta broma no ha surtido un gran efecto.
Pasamos las siguientes horas jugando a
las cartas, primero con la baraja que todos conocen, y luego con la
española, que aparece por sorpresa en el bolso de Noe.
Les explicamos las reglas, lo que nos
lleva un buen rato, por culpa de las continuas interrupciones de
Niall. Noe acaba hartándose de que no deje hablar a Clara, que es la
que está explicando, y le da una colleja. A Niall no le da tiempo ni
a protestar: mi amiga le calla poniendo su mano sobre la boca de él,
y no la aparta.
Esa noche, Clara se queda a dormir en
el hospital, los chicos vuelven a sus casas, y yo voy al hotel. Noe
duda, antes de decidir que se queda con Clara.
Me encuentro con Lucía, que espera en
el cuarto que compartimos. Ambas estamos cansadas, y nos tumbamos en
nuestras respectivas camas, con un libro en la mano.
Mis párpados se cierran poco a poco,
pero no hago caso; me pasa siempre que leo en la cama.
Me despierto un poco más tarde,
aunque no sé si han pasado minutos u horas. Me basta con abrir los
ojos un poco para descubrir qué me ha interrumpido el sueño: el
libro reposa sobre mi cara, y las esquinas se me clavan en las
mejillas.
Hago una mueca, aparto el libro y me
vuelvo a dormir. No me cuesta.
Estamos sentadas en los bancos del
parque del hospital. El viento transporta el aroma de la lluvia,
aunque las nubes no están todavía en el cielo.
No hablamos de nada, en realidad.
Simplemente, estamos.
Al cabo de un rato, Clara pone a sonar
algo de música, mientras yo me siento cada vez más nerviosa;
todavía no hay fans, pero podrían aparecer de un momento a otro.
Mi móvil vibra, y me caigo al suelo,
sobresaltada. Lucía y Clara se ríen, y yo arrugo la nariz,
frotándome la espalda.
Cuando miro la pantalla, veo que tengo
una llamada perdida de Melissa.
Voy a devolverle la llamada, cuando se
oye un grito.
Nos ponemos en pie.
Quiero dedicar este capítulo a una de las personas a las que más quiero del mundo. Esa persona es mi amiga Paula, que me ha demostrado estar ahí siempre para todo, y se lo agradezco mucho. Su cumpleaños fue el día tres, y ella me pidió el capítulo 24 como regalo, porque es una de mis lectoras favoritas. Llega un poco tarde, porque no he tenido tiempo de escribirlo antes, pero espero que lo disfrute, que todos lo disfrutéis. Te quiero Paulita<3 Felicidades otra vez.
PD: Gracias por leer<3
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