Lo primero que veo cuando vuelvo a
abrir el móvil, tras el aterrizaje en el aeropuerto de Barajas, es
que tengo al menos diez llamadas perdidas; cinco son de Noelia, tres
de Liam y dos de Harry.
¿Qué pasa? ¿Por qué me llaman
tanto?
Me paro al ver el mensaje que me ha
mandado Noe. Lo abro, con el corazón palpitando descontrolado. Es
corto, pero basta para darme una puñalada fuerte y dolorosa en las
entrañas. Me paro en seco, junto a la salida de la terminal del
aeropuerto. George, que camina junto a mí, me mira, frunciendo el
ceño.
-¿Estás bien?
Las
palabras María ha tenido
un accidente rebotan en
mi cabeza, clavándose como púas en mi mente, y extendiendo una
mezcla de rabia, angustia y nervios por mi cuerpo, que se ha tensado.
Trato
de decirme que todo está bien, que está en el hospital, que se
recuperará. Pero siempre le he tenido miedo a la muerte, y casi más
a la pérdida de un ser querido. Mi garganta está seca y mis cuerdas
vocales paralizadas, por lo que no consigo responder a la pregunta de
George. Miro al suelo, pero no lo veo. Sólo veo el rostro inmóvil
de mi amiga yaciendo sobre una almohada inmaculadamente blanca,
rodeada de tubos. Mi mente
imagina lo improbable, imagina que la pierdo, que se sume en la
oscuridad para siempre.
¿Cómo sé que es tan improbable? No
me han dicho en qué estado se encuentra, no me han dicho nada.
Mis pensamientos se enredan, y me
mareo. El brazo de mi mánager me sujeta, para evitar que caiga al
suelo.
-Blanca, ¿qué te pasa? ¿Ocurre
algo...?
Me suelto, y salgo corriendo. La gente
protesta cuando la empujo, mis guardaespaldas y el resto del equipo
está desconcertado. Pero, a pesar de sus intentos por atraparme, no
consiguen sujetarme. Parte de mi cerebro oye los gritos de los fans,
pero no tengo intención de hacerles caso alguno. Los chillidos, que
normalmente me perforan los oídos, resultan lejanos e irreales,
amortiguados por una pared insonorizada que no funciona del todo.
Sé que no debo hacer esto, que está
muy mal, pero no puedo parar.
Paro un taxi, me monto, reviso el
único dato que me ha dado Noe, a parte de la noticia: el hospital en
el que está ingresada mi amiga.
Le digo la dirección al taxista, y
debo de sonar muy angustiada, porque me mira, preocupado. Por suerte,
es un señor mayor, y no parece reconocerme.
Creo
que le pido varias veces que acelere, porque me responde en un tono
de voz que suena al mismo que los adultos suelen usar con los niños
pequeños: ¡No es
posible! No
se deben pasar los límites de velocidad, están para algo...
Cuando la puerta se abre, casi olvido
pagarle lo debido, y salgo disparada al exterior.
Los contornos del hospital se mezclan,
en un torbellino pálido. Avanzo hacia la única abertura que veo con
claridad: la puerta de entrada.
Cuando estoy a punto de atravesarla, una mano me detiene. Me intento zafar del agarre, casi desesperada, hasta que mi captor habla:
Cuando estoy a punto de atravesarla, una mano me detiene. Me intento zafar del agarre, casi desesperada, hasta que mi captor habla:
-Blanca, Blanca, tranquilízate,
vuelve. Estoy aquí- es Clara.
Parpadeo, y la figura se hace nítida.
Nuestros ojos se encuentran, y recupero la voz, así, de pronto.
-¿Qué le ha pasado? ¿Está muy mal?
Oh, Dios, no es justo...
Mi amiga me hace un gesto con la mano.
-Está inconsciente. No nos han
confirmado exactamente su estado. Creo que no lo quieren hacer
público todavía; puede que no estén seguros.
Respiro hondo.
-¿Cuándo?
-Eso lo sabe Noe. Yo estaba con Harry,
cuando me llamó, contándome la noticia. Pero no le hemos preguntado
todavía. Blanca, por favor, tranquila. No se va a morir.
Me abraza, hasta que me relajo un
tanto. Mi cabeza, que parecía estar en el centro de un tifón,
vuelve a su sitio, y me siento mucho mejor. Al final, me separo de
ella y digo:
-Ya estoy mejor. Supongo que he
exagerado un tanto, ¿no?- me mira, con una media sonrisa, pero no
dice nada-. ¿Dónde está Zayn?- la pregunta brota de mis labios
antes de que pueda pensar en lo que voy a decir, antes de que pueda
detenerme. La expresión de Clara se vuelve divertida.
-¿Zayn? Ah, se ha ido.
-¿No le interesa? Ah, claro, él
nunca...- bufo, enfadada de pronto.
-Oh, no. Vino, y muy rápido. Creo que
estaba con Perrie cuando Noe le llamó. Creo que a Perrie le molestó
la interrupción- oír eso me produce una siniestra satisfacción,
aunque sé que está mal que me sienta así-. Pero se tuvo que ir.
Sigue... ¿cómo decirlo? Callado, taciturno, casi triste.
¿Triste? Me pregunto por qué podría
estar triste Zayn. Parte de mí desea ardientemente hablar con él,
ayudarle, servirle de apoyo. Siento el mismo sentimiento que sentía
antes cada vez que en las noticias, o en Twitter, decían que
uno de los cinco estaba mal. Aunque tal vez la sensación sea
diferente, porque les conozco.
Son mis amigos, ¿o no? Por una parte,
esa idea sigue pareciéndome absurda, irreal.
-Bueno, ¿puedo ver a María?
Clara vacila.
-No nos dejan ahora. Dicen que
necesita tranquilidad total- al ver que cruzo los brazos, añade-: a
mí también me gustaría verla. No nos han dejado a ninguna.
Hay un silencio, que es interrumpido
por las vibraciones de mi móvil, en el bolsillo de mi chaqueta
vaquera.
El nombre de mi mánager brilla en la
pantalla: George.
Suspiro, recordando de pronto mi
precipitada huida del aeropuerto; George no debe de estar muy
contento conmigo ahora mismo.
-Cógelo, venga- me insta Clara.
Le respondo con una mueca, y el móvil
deja de vibrar en la palma de mi mano.
-No sé- murmuro.
-¿Por qué? ¿Ha pasado algo?
-Bueno- tuerzo la boca y suelto un
gruñido, antes de proseguir-: digamos que salí volando del
aeropuerto.
-¿A qué te refieres?
-Cuando vi el mensaje sobre lo de
María... me descontrolé. Salí corriendo, sin permiso. Creo que a
George no le hizo gracia.
-¿Te escapaste de tu propio equipo?-
inquiere Clara, escéptica.
-Sí- repongo.
-Rebelde...- comenta, divertida-. De
todas formas, no vas a estar sin contactar con ellos toda la
eternidad, así que soluciona ya las cosas.
-Supongo que debería hacerlo.
-Sí, debes.
Como siguiendo el hilo de nuestra
conversación, mi móvil vuelve a sonar. Le hago un gesto a mi amiga,
y me alejo un poco, para poder hablar tranquilamente.
-¿En qué demonios estabas pensando?-
estalla George, antes de saludar siquiera.
No sé qué decir, pero bufo, para que
sepa que sigo escuchando, que no he colgado.
-Cielos, niña- me llama así cuando
está enfadado, a pesar de que sabe que lo detesto-. No puedes hacer
ese tipo de cosas. No es sólo por la educación; también es por tu
seguridad, los horarios, tu imagen pública...
Sigue citando una serie de razones,
cada una más estúpida que la anterior, y dejo de escucharle, para
pensar en lo que voy a decir, porque no puedo quedarme callada para
siempre. La única razón que me llevó a hacer lo que hice fue el
repentino miedo por mi amiga, y no creo que eso le baste a George; me
soltaría un discurso sobre mi trabajo, mis prioridades, sobre la
imagen que debo mostrar al mundo... y otras muchas cosas que no me
apetece nada escuchar.
-Lo siento- es lo único que se me
ocurre, y sé que sueno como una estúpida.
-Ya- gruñe él-. ¿Lo siento? ¿En
serio?
-Sí- repongo incómoda-. ¿Qué
quieres que diga?
-¡Cielos!- suelta-. Dame una buena
razón.
-¡George! Mi trabajo no elimina mis
reacciones espontáneas. Siento cosas, tengo una mente que...-
comienzo a irritarme.
-No te llamo máquina, ni robot,
Blanca...
-También tengo intimidad- corto,
enfadada.
-Nunca te la he pretendido arrebatar.
-Ahora lo haces. Tengo mis razones.
Actué mal, sí. Lo siento, ¿de acuerdo? Pero no tengo que darte
unas razones que me pertenecen.
No dice nada, y reprimo el impulso de
colgar en el instante.
-Está bien...- suspira al fin- pero
el caso es que tu equipaje...
-Puedo ir a organizar mis cosas. Voy
para allá ahora mismo.
-Hasta luego, entonces- responde, en
tono seco.
Cuelgo, apretando con mucha fuerza la
pantalla. Sobre ella aparecen unas manchas, signo de que el gel que
contiene se ha alterado por la presión de mi dedo.
Le digo a Clara lo que voy a hacer, y
que no tardaré en volver, y luego cojo un taxi.
Veinte minutos más tarde cargo con
las maletas, entre la multitud de fans congregada ante mi hotel. A
veces, me sorprende la rapidez con la averiguan mi paradero. Dado que
este es el mismo hotel de la vez anterior, muchos de ellos se habrán
arriesgado a probar suerte. Y la tienen, aunque no toda la que
podrían haber tenido: George está enfadado todavía, y me ha
prohibido firmar y conocer a los fans.
Aún así, y a pesar de mi propia
irritación, aprovecho los instantes en los que los guardias no
prestan atención a mis movimientos para firmar un par de autógrafos.
También ofrezco sonrisas, a pesar de que me cuesta esbozarlas.
No pierdo más tiempo; en cuanto he
dejado todo el equipaje en mi cuarto y me he cambiado de ropa- aunque
no estuviera sucia, sentía la necesidad de cambiarme-, salgo del
edificio para regresar al hotel. Lo hago por una puerta trasera más
pequeña, y en la que no hay gente esperándome.
Encuentro al resto- Liam, Louis,
Harry, Niall, Noe y Clara- en una sala del complejo en la que hay
unos mullidos sofás y una mesa baja. De pronto, me pregunto dónde
estarán Lucía y Melissa; venían conmigo, y no sé que hicieron
tras mi huida.
-¡Blanca!- Noe corre a darme un
abrazo, y la siguen Harry, Liam y Louis.
Niall sonríe, me da una palmada
amistosa en el hombro y me revuelve el pelo. Detrás, Noe pone una
expresión curiosa.
-¿Y Meli?- pregunta Louis entonces,
con una leve decepción en su voz.
-Ni idea... ha habido un pequeño
incidente... y no sé dónde está ni ella ni Lucía- suelto una
breve carcajada-. ¿Y Brett?
-Brett está con su familia ahora
mismo; hacía mucho que no se veían- responde Harry, encogiéndose
de hombros.
-¿Llamamos a Meli y a Lucía?-
pregunta Clara, y ninguno objeta nada.
Meli no responde, pero Lucía sí lo
hace, y nos sentamos en círculo sobre el suelo. Cñara activa el
altavoz de su móvil.
-¿Diga?- se oye la voz de Lucía,
distorsionada, al otra lado de la línea.
-¡Lucía!- Noe y Clara empiezan a
hablar atropelladamente, y nadie entiende una sola palabra durante un
rato. Me veo obligada a interrumpir su cháchara sin sentido:
-¡Eh, eh! Chicas, una a una, por
favor...
Mis amigas se miran. Parecen darse
cuenta de lo ridícula que ha resultado la escena, porque estallan en
carcajadas. Lucía suspira brevemente, y ríe también.
-¿Está Meli contigo?
-Qué va. Se fue a hacer algo que
calificó de importante- responde Lucía-. ¿Dónde fuiste, Blanca?
-Bueno...
Procedemos a contarle lo que le ha
sucedido a María. Nos cuesta coordinar los turnos de palabra, pero
lo conseguimos. Cuando dejamos de hablar, un silencio pesado cae en
la sala.
-Oh...
-Pero se pondrá bien- Louis trata de
aligerar el ambiente, aunque su voz no suena demasiado firme.
-¿Y Meli lo sabe?- pregunta mi
telonera.
-La endemoniada no contesta al móvil-
murmura Noe, pulsando la pantalla de su móvil.
-A lo mejor se ha quedado sin batería-
me encojo de hombros.
-O a lo mejor nos evita- repone Louis,
burlón.
-Oh, sí, seguro que te evita a ti- le
ataca Niall, y todos esbozamos una débil sonrisa. El rubio parece
decepcionado, porque su supuesta broma no ha surtido un gran efecto.
Pasamos las siguientes horas jugando a
las cartas, primero con la baraja que todos conocen, y luego con la
española, que aparece por sorpresa en el bolso de Noe.
Les explicamos las reglas, lo que nos
lleva un buen rato, por culpa de las continuas interrupciones de
Niall. Noe acaba hartándose de que no deje hablar a Clara, que es la
que está explicando, y le da una colleja. A Niall no le da tiempo ni
a protestar: mi amiga le calla poniendo su mano sobre la boca de él,
y no la aparta.
Esa noche, Clara se queda a dormir en
el hospital, los chicos vuelven a sus casas, y yo voy al hotel. Noe
duda, antes de decidir que se queda con Clara.
Me encuentro con Lucía, que espera en
el cuarto que compartimos. Ambas estamos cansadas, y nos tumbamos en
nuestras respectivas camas, con un libro en la mano.
Mis párpados se cierran poco a poco,
pero no hago caso; me pasa siempre que leo en la cama.
Me despierto un poco más tarde,
aunque no sé si han pasado minutos u horas. Me basta con abrir los
ojos un poco para descubrir qué me ha interrumpido el sueño: el
libro reposa sobre mi cara, y las esquinas se me clavan en las
mejillas.
Hago una mueca, aparto el libro y me
vuelvo a dormir. No me cuesta.
Estamos sentadas en los bancos del
parque del hospital. El viento transporta el aroma de la lluvia,
aunque las nubes no están todavía en el cielo.
No hablamos de nada, en realidad.
Simplemente, estamos.
Al cabo de un rato, Clara pone a sonar
algo de música, mientras yo me siento cada vez más nerviosa;
todavía no hay fans, pero podrían aparecer de un momento a otro.
Mi móvil vibra, y me caigo al suelo,
sobresaltada. Lucía y Clara se ríen, y yo arrugo la nariz,
frotándome la espalda.
Cuando miro la pantalla, veo que tengo
una llamada perdida de Melissa.
Voy a devolverle la llamada, cuando se
oye un grito.
Nos ponemos en pie.
Quiero dedicar este capítulo a una de las personas a las que más quiero del mundo. Esa persona es mi amiga Paula, que me ha demostrado estar ahí siempre para todo, y se lo agradezco mucho. Su cumpleaños fue el día tres, y ella me pidió el capítulo 24 como regalo, porque es una de mis lectoras favoritas. Llega un poco tarde, porque no he tenido tiempo de escribirlo antes, pero espero que lo disfrute, que todos lo disfrutéis. Te quiero Paulita<3 Felicidades otra vez.
PD: Gracias por leer<3
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comment, comment, I won´t bite you... xxx