Hola, queridos lectores.
Quería avisaros de que he estado revisando los capítulos de esta novela imaginaria que tengo sobre los chicos y, resulta que, entre que he escrito muchos capítulos con el móvil, o que el ordenador no iba bien y se paraba y cambiaba las cosas, he descubierto muchísimos errores. Por eso, he revisado los capítulos un poco por encima- porque son muchos para revisarlos a fondo uno a uno-, los he corregido y los he actualizado. Espero que ahora haya menos erratas. Advierto a todos de que pueden quedar, y que odio tener errores, porque me encanta escribir, y quiero hacerlo siempre bien.
Si os habéis dado cuenta, también el estilo ha cambiado: antes ponía fotos y ahora no. Esto es porque al principio me tomaba las novelas como algo menos serio, pero he decidido que deben tener una calidad mejor, aunque no sea como la de otras cosas que escribo. También está el hecho de que he madurado en mi forma de escribir. Porque escribo y leo mucho, y eso hace que mi forma de narrar evolucione.
Por último, me encantaría recibir algún comentario en algún capítulo. Porque no sé bien quiénes son los lectores de lo que escribo, ni que opinan. Así que, si queréis que siga escribiendo durante mucho tiempo, COMENTAD.
Gracias a todos por leer y por apoyarme,
Blanca
Blanca es una cantante que acaba de salir a la fama. Ella y sus amigas son Directioners, pero ya han perdido la esperanza de conocer a sus ídolos. ¿Qué pasaría si acudiese un invitado sorpresa a uno de los conciertos?
Living The Dream
sábado, 16 de noviembre de 2013
jueves, 14 de noviembre de 2013
Capítulo 23
Narra
Harry
La veo bajar corriendo las escaleras.
Lleva un jersey fino de color azul, unos vaqueros cortos con mallas
negras por debajo y unos botines del mismo color. Se sujeta una boina
gris con las manos.
-¡Harry!-una sonrisa le ilumina la
cara. Le sonrío de vuelta.
-¿A qué viene la carrera?-pregunto,
mientras la acercó a mí para abrazarla-. Se te ha descolocado la
boina por completo.
Ríe, y yo le quito el gorro, para
peinar su pelo con los dedos. Se queda callada. Sacudo la boina para
que recupere su forma y se la coloco en la cabeza.
-Gracias, Harold.
Levanta una mano, con la mirada fija
en el hoyuelo que marca mi mejilla. Luego vacila, bajando la mano.
Pero se la detengo, subiéndola, presionando mi hoyuelo con su dedo
índice.
El rubor le tiñe las mejillas, y baja
la mirada. Suspiro; a veces olvido que, hace tan sólo unas semanas,
era una más de mis fans. Tendré que tener cuidado, para no
confundir sus emociones.
-Bueno, ¿adónde vamos?-inquiere.
-Te iba a llevar al Starbucks y
luego a dar una vuelta por algún parque. Para pasar la tarde, nada
más. ¿Te parece bien?
Enarca una ceja, y temo haber hecho
algo tonto. Pero dice, sonriente:
-Cualquier cosa que tu decidas me
parecerá genial.
-Vamos entonces.
Me veo obligado a colocarme otra vez
un el gorro y las gafas de sol, para ocultar mi cara y que no e
reconozcan. Llevo una camiseta negra de manga larga; si me ven los
tatuajes, sabrán que soy yo.
Entramos por la puerta del Starbucks
más cercano y nos ponemos en la cola. Veo que Clara saca su
monedero. Sonrío.
El camarero es un hombre de unos
treinta años, con barba y pelo oscuro, y unas gruesas gafas sobre la
nariz. Clara tira de mi hombro, para susurrarme:
-Eh, parece un topo- señala al
camarero. Pongo una mueca.
-Eres mala. Bruja- contesto, en el
mismo tono, y reímos. Entonces es nuestro turno.
-Un Frapuccino de chocolate
blanco- pide mi amiga, mirando con ojos pícaros al hombre “topo”-.
Y tú, ¿Ha... Hamlet?- carraspea, para ocultar su vacilación.
¿Hamlet? Vaya nombre.
-Un café helado- digo, cambiando
ligeramente la voz.
Tres minutos más tarde nos entregan
los pedidos; miro con expresión crítica el nombre escrito en mi
vaso: Hamlet.
Cuando nos hemos alejado un poco del
local, pego un codazo a Clara. Ella tiene una expresión enfurruñada
en el rostro; no le he dejado pagar.
-Señorita, ¿sabes lo ridículo que
suena el nombre que me ha dado usted? ¿Hamlet? ¡Puaj!
Estalla en carcajadas.
-No, en serio. ¿No se te podía
ocurrir otro?- insisto, intentando parecer ofendido. Clara arquea una
ceja.
-Haroldo. Podría haberte llamado a la
española, ¿lo prefieres?
-¿Haroldo?- repito-. No puedo creer
que mi nombre sea así en español. Suena...
-¿Amorfo? Pero si sólo tiene una
letra más que “Harold”- replica.
-Bueno, pero suena amorfo.
Me meto la pajita del café en la boca
y tomo un sorbo
Los árboles susurran con el viento
que se ha levantado. Las hojas caen sobre nosotros, y una da en la
cara de Clara. Se la aparto; la hoja es roja, y ahora lo es también
la cara de ella.
-Oh, las hojas se destiñen- bromeo.
-¿Estás borracho?
-Nunca.
-Ya, ya. Siempre.
Cruzo los brazos sobre el pecho,
aparentemente indignado. Voy a bromear, pero el sonido de mi móvil
me lo impide. Lo cojo. Es Liam. Descuelgo y me lo llevo a la oreja.
-¡Harry!- suena alarmado; ¿qué
pasa?-. ¿Dónde estás?
-Con Clara en...
-¿Clara?- repite, entre aliviado y
triste-. Pues dile...
-Liam, algo va mal, ¿verdad?
-Sí- contesta, tras una pausa. Miro a
Clara, preocupado. Ella se endereza, tensa-. Es María... ella...
-¿María? Liam, habla.
-Llamó Noe- se le rope la voz-. Ha
tenido un accidente.
-¿Qué?- casi grito. Me levanto a
toda prisa; lo que quedaba de café cae al suelo, pero da igual.
Agarro a Clara del brazo y la levanto, con urgencia. Liam ha colgado
ya.
-¿Qué ocurre?- pregunta ella.
Trago saliva, tratando de aliviar mi
repentinamente seca garganta.
-María. Le ha pasado algo.
Clara se para en seco, dándome un
tirón el el brazo que casi me lo descoloca; reprimo un gemido de
protesta.
-¿Qué dices? ¿Algo muy malo?
-Bueno, ha dicho Liam que un
accidente...
-¿De qué tipo? ¡Harry!, es una de
mis mejores amigas, y si...- se le quiebra la voz, y los ojos se le
humedecen. Me muerdo la lengua.
-No lo sé.
-¿Dónde está? ¡Oh...!- saca el
móvil del bolsillo y marca un número, con los dedos moviéndose a
toda prisa por la pantalla táctil.
-¡Noe! Noe, ¿dónde está?
Noelia responde algo que no oigo, y
Clara dice:
-Ay, Dios, vamos en seguida.
Guarda el aparato y tira de mí, para
hacerme correr.
-Vamos al hospital que hay al lado de
la universidad.
Pronto estamos ante el hospital. Es un
edificio de tamaño mediano, de paredes blancas como la nieve,
perturbadas por una cantidad notable de ventanas; la mayoría,
tapadas por lívidas cortinas.
Ante la puerta hay una figura. Cuando
nos acercamos, cobra el aspecto de Louis. Levanta la mano a modo de
saludo.
-Louis- jadea Clara, a la vez que se
lleva una mano al pecho; no sé bien si por la preocupación, la
carrera o por ambas razones. Se limpia las manos sudorosas en los
vaqueros-. ¿Está muy mal?
Él nos mira, y su semblante
habitualmente sonriente está ahora sombrío. Hace un gesto hacia las
puertas, que se abren. El ambiente turbio del hospital me golpea.
Arrugo la nariz; no me gustan los hospitales, es como si todas las
enfermedades que hay ahí dentro penetraran en tu ser.
-Vamos- dice Louis, con voz queda.
Entra, y Clara y yo tras vamos él.
Narra
Zayn
Estoy con Perrie en una plaza en el
momento en el que Liam me llama.
Me disculpo con un gesto, me alejo un
poco y lo cojo.
-Dime Liam.
Sus respiraciones son cortas y
angustiadas. Algo va mal, seguro.
-Zayn...- se le quiebra la voz un
poco, carraspea y se esfuerza por seguir hablando-. María... ella ha
sufrido un accidente- respira hondo, tratando de calmarse, y añade-:
Está ingresada en el hospital junto a la universidad en la que
estudia.
-No hablas en serio- murmuro.
-Zayn... ojalá no fuese en serio.
Pero hablo muy en serio. Si puedes venir...
-¿Si puedo venir? No me lo pidas, voy
ahora mismo. Estarán mal las chicas. Y tú...
-Por favor, date prisa- interrumpe.
Asiento.
-Bien, voy para allá.
Un silencio incómodo; ninguno de los
dos cuelga, por lo que añado:
-Liam, tranquilo. Seguro que no es
nada tan grave. Estará bien.
-La verdad es que no sé que ha pasado
exactamente. Noe ha empezado a contar cosas que parecían no tener
sentido...
-Está bien. En seguida llego.
Le doy al botón rojo, el del teléfono
con un círculo surcado por una línea debajo, y me vuelvo hacia
Perrie.
-Tenemos un problema- digo. Ella
arquea las cejas.
-¿De qué tipo?
-Un accidente. Tengo que irme. Ve a
casa y no te preocupes; esto es cosa mía y de mis amigos.
-Tus amigos- repite, entrecerrando los
ojos-. Ya veo.
Se de media vuelta. Creo que la he
ofendido, por lo que le cojo por el hombro, obligando a sus ojos a
mirarme.
-No pienses que estás fuera de mi
círculo de amigos. Pero esto es algo más...
-Tranquilo, ya lo entiendo. No pasa
nada. Vete ya; te necesitarán- repone, y se zafa de mi agarre.
La veo marcharse. Mentalizo el lugar
en el que se sitúa la universidad, y el hospital que hay al lado de
ella. Cuando tengo el camino claro, me pongo en marcha.
Mis pasos resultan pesados sobre la
acerca, y siento los latidos del corazón en todas partes; la sangre
me zumba en los oídos. Blanca se llevará una desagradable sorpresa
de bienvenida. A pesar de todo, ese estúpido pensamiento me
martillea en la cabeza. No sé si iré a recibirla, o seguiremos
peleándonos. No lo sé, pero la idea de tener que estar en su
presencia sin llevarnos bien me horroriza; no puedo seguir con esta
guerra fría entre nosotros. Necesito su confianza. Necesito su
amistad.
Su cariño.
Aunque Perrie no lo ve bien. Desde que
la conocí, sentí que quería acercarme a ella. Hay algo en esa
chica que me atrae... pero también hay una chispa que enciende mi
parte rebelde, que me lleva a atacarla una y otra vez, contra mi
voluntad. Y sé que le duele, que yo fui su ídolo una vez, y que soy
estúpido. Estúpido por romper sus sueños de confiar en sus ídolos.
Estúpido por no darle mi parte buena. Estúpido por no ser capaz de
curar la herida que ya le he causado.
Completamente estúpido.
Y, sin embargo, cuando los
remordimientos me llevan a intentar hacer que sane... vuelvo a lanzar
una estocada.
Noto un nudo en la garganta y aprieto
los dientes y el paso, tratando de concentrarme en el presente y no
en mis líos sentimentales y mentales.
Acabo corriendo por las calles,
haciendo que el sudor florezca sobre mi piel, gastando mi aliento,
por no respirar debidamente.
Cuando llego al patio del hospital, no
me queda casi aire. Me paro un segundo, respiro hondo y franqueo las
puertas de entrada, que se cierran a mis espaldas, atrapándome en
esta cárcel depresiva y opresiva.
viernes, 8 de noviembre de 2013
Capítulo 22
Narra
Zayn
Las conversaciones con Blanca me
rondan por la cabeza, todas a la vez, creando confusión en mi
cabeza. Es como tener miles de Blancas y yos ahí dentro,
incordiando.
-No te echo de menos- murmuro, para el
aire, o las paredes, como si fueran Blanca.
Pero sus ojos vuelven a mi mente; noto
las vibraciones de emoción cuando nos conoció; el sonido de su voz
en los conciertos se transforma en el zumbido de mi sangre. Noto los
latidos del corazón en los oídos; va lento y rápido a la vez.
«No, no te echo de...».
El pitido del móvil me hace abrir los
ojos, y la imagen de Blanca impresa en mis párpados se difumina
lentamente.
En la pantalla leo que tengo dos
mensajes, de dos nombres:
Perrie, mi novia.
Y Clara; su mensaje empieza con la
palabra “Blanca”.
Me pellizco el vello de la nuca, y me
repito:
«No te cae bien, no te cae bien...».
Voy a abrir el mensaje de Perrie, pero
me encuentro leyendo el de Clara:
“Blanca actúa hoy en Barcelona. Es
el último concierto. Vendrá a Londres mañana, pero veremos si se
queda. Nosotras tenemos que estudiar para los primeros exámenes, así
que no podremos recibirla...”
Luego lo cierro y abro el de Perrie,
que dice:
“Ya habéis vuelto del campo, ¿no?
Nos vemos en media hora, ¿te parece? Paso a por ti”.
Reacciono en seguida, y me doy cuenta
de que sigo en pijama; ayer fuimos a una fiesta, y he dormido hasta
tarde hoy.
Me pongo unos vaqueros ajustados rotos
por las rodillas, una camiseta del mismo color y una gorra de skate.
Froto mis ojos, para sacudirme esta sensación de pereza de encima, y
me cepillo el pelo, retocándolo con algo de gomina.
Como noto los párpados pesados sobre
mis globos oculares, decido que lo mejor será prepararme un café, a
ver si el día se despeja un poco.
Dicho y hecho; bajo a la cocina, saco
el café y preparo la cafetera. Me siento en una silla a esperar, con
la mente revuelta. Mis ojos se van cerrando poco a poco...
-¡Zayn! ¡Dejame en paz!- Blanca está
más dolida que enfadada, y su voz resulta increíblemente chillona y
aguda; me perfora los oídos de forma desagradable...
Sacudo la cabeza y parpadeo. No hay
ninguna Blanca aquí; me había quedado medio dormido. Y resulta que
lo que parecía una voz demasiado chillona es el timbre, que no deja
de sonar.
-¿Qué?- entonces recuerdo-. ¡Ah,
Perrie!
Me levanto, la silla cae al suelo, y
llego hasta la puerta de mi piso. La abro, y me encuentro con una
Perrie que parece frustrada.
-¡Ah! Creía ya que te había ido...
De verdad, Zayn, ¿estás un poco sordo?
-Me había quedado dormido, lo siento-
me rasco la cabeza, extrañamente incómodo. Ella se acerca, creo que
con la intención de besarme, pero, por algún motivo que desconozco,
siento la necesidad de apartarme.
.¡Dios, el café!- acabo de reparar
en el olor a quemado que inunda el piso, y, a la vez, que ha servido
para evitar el beso con mi novia. Una voz en mi cabeza susurra: ¿Qué
te pasa, Zayn?
-Zayn, ¿qué te pasa?- dice Perrie,
frunciendo el ceño, a la vez que me mira, buscando encontrarse con
mi mirada-. Estás... raro.
Me encojo de hombros; yo tampoco sé
bien qué me pasa.
Al entrar en la cocina, dando
traspiés, y abrir la cafetera, tuerzo el gesto: está muy quemado.
Como un tonto, sirvo una taza, y me la llevo a los labios.
-¡Puaj!- escupo todo el café, y la
taza también cae al suelo. El ruido hace que Perrie pegue un brinco.
-Oye, si sabías que está
quemado,¿por qué diablos lo tomas?-bufa mi novia, casi riendo.
-Y yo qué se.
Narra
Blanca
El cielo de Barcelona capital está
nublado, y el brillo del sol es una luz moribunda. Melissa, a mi
lado, carraspea, y bajo la mirada de las nubes, de color gris
plomizo.
-Hoy es el último show- comenta.
-Sí, la verdad es que me da un poco
de pena. Aunque me apetece volver a estar con los chicos- respondo,
asintiendo.
-¿Irás a Londres?
-Por supuesto.
Lucía, que está de pie a nuestro
lado, interviene, alzando una ceja:
-¿Te dejarán?
-Siempre con eso- repongo, bufando-.
No son mis padres; puedo instalarme en donde quiera.
-Mira la rebelde- sonríe Meli, y
Lucía ríe con ganas.
-Oh, sí, soy terriblemente rebelde
por tener derechos- digo, con ironía, aunque una sonrisa tironea de
mis labios.
-En fin, lo hablarás con George, ¿no?
Para que lo sepa y lo tenga en cuenta- Lucía enrolla y desenrolla un
mechón de su pelo.
-Claro, tengo que hacerlo.
-Las fans españolas se llevarán un
disgusto- Melissa me pasa un brazo por los hombros-. ¿Las abandonas?
-Ya me verán. Tampoco será para
siempre, tranquila. ¿Vosotras qué haréis?
-Bueno, como el curso ya ha empezado,
no creo que importe mucho el lugar en el que estudie, ¿no? Y no os
libraréis de mí así como así.
Miramos a Lucía, que vacila.
-No sé lo que haré, ya que depende
del siguiente contrato de telonera- suspira.
Esbozo una sonrisa.
-Hablaremos con George de eso también-
aseguro, y su rostro se ilumina-. No voy a dejar ir a una telonera
tan genial, ¿no?
-Y amiga- añade Meli.
Lucía pega un salto, y la abrazo,
riendo. Melissa no tarda en unirse a nosotras.
-¿Cuando vas a convocar al señor
George para que acuda a tu presencia?- pregunta Lucía, con voz
teatral. Cuando Meli suelta una carcajada, ella le pega un codazo, y
protesta-: Pero que es algo muy serio.
-Lucía, ¿quieres un consejo?- repone
Meli, guiñando un ojo.
-Venga, dígame señora Melo.
-No intentes ser abogada ni mayordomo,
cariño, que harás el payaso.
-Oh, que ofensa, por favor. No me
hables- se cruza de brazos, intentando parecer ofendida.
-Ni actriz- intervengo.
-¡Protesto! Me insultan-empieza a
reírse, y acaba contagiándonos la risa.
Narra
Clara
-¡Clara! Dile ya que te gusta.
Confiesa- exclama María, alzando los brazos.
-No sé de qué me hablas- repongo.
-Tonta.
Estamos en un parque de la ciudad.
Supuestamente, hemos venido a estudiar, pero con María no hay
manera; no hace más que intentar sacar una pareja de mí y de Harry.
-Tía, aunque me gustara, a él no le
intereso nada- repongo, sacudiendo la cabeza.
Los papeles están tirados sobre las
mochilas, en el césped.
-¡Anda que no!
-No vuelvo a quedar para estudiar
contigo- le espeto, aunque con poca seriedad.
-No cambies de tema.
-¡Tú has cambiado de tema! Veníamos
a estudiar.
-Ya, ya... era una excusa.
-Ya lo veo, ya.
Me pregunta durante media hora más
sobre cosas a las que no voy a responder, básicamente, porque son
estúpidas. Al final, le digo que si no se calla le diré a Liam que
le odia, y cierra la boca. Arqueo una ceja; acabo de hacerla callar
con una estupidez.
Por fin, conseguimos empezar a
estudiar. Nos preguntamos el temario, y pronto descubro que María no
se sabe casi nada.
-Pero si sólo es un pequeño examen
inicial, María. ¿Cómo piensas continuar estudiando?
El examen es de literatura, una de las
pocas clases en las que estamos juntas, ya que yo estoy en Biología,
y ella en Periodismo.
Justo cuando empieza a avanzar, su
móvil suena, y tira los papeles en el suelo, a la vez que se lleva
el aparato a la oreja.
-¡Liam!- exclama, sonriente. Pongo
los ojos en blanco. Luego frunce el ceño, y me pasa el móvil-. Es
Harold, para ti.
-¿Harry?- pregunto, por comodidad; ya
sé que es él.
-Clara, me preguntaba si querrías
venirte conmigo. Viene mi hermana. Así te la presento, ¿no?- se
interrumpe, y añade-: ¿O estás muy ocupada?
-¿Ocupada? ¿Cómo iba a estarlo?-
las palabras salen de mi boca, solas; María me mira, burlona-. Nos
vemos ante mi casa en media hora, ¿vale?
-Genial, nos vemos. Un beso.
Cuelga, y una sonrisa tonta queda
prendida en mi cara. No desaparece hasta que mi amiga sacude las
manos ante mí.
-Tierra a Clara. ¿Que no estás
ocupada?- bufa-. ¿No había que estudiar?
-Ya me lo sé- hago un gesto con la
mano, quitando importancia al asunto-. Tú estudia, si quieres
aprobar. ¡Adiós!
Me levanto de un salto, y me voy a
paso ligero hacia casa, todavía sonriente.
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