Living The Dream

sábado, 21 de diciembre de 2013

Capítulo 25

Narra Lucía
Cuando llegamos al lugar del que ha venido el grito vemos un bulto tendido sobre el suelo. Entrecierro los ojos para distinguir mejor la forma. Es una chica, que se ha hecho un ovillo junto al bordillo de la calzada, y se sujeta una pierna con ambas manos. Cruzo una mirada rápida con Clara y Blanca y me acerco, con cautela.
Me agacho junto a la chica y le toco el hombro con suavidad. Ella gime y se acurruca más. Es rubia y delgada, y pienso que me suena mucho. Pero no le veo la cara, por lo que no puedo estar segura de nada.
-Eh- murmuro-. ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?
Por fin vuelve un poco la cabeza. Veo sus ojos azules como el hielo, su nariz fina y su piel pálida. Un nombre acude a mi mente: Perrie. En seguida, mis cuerdas vocales lo pronuncian, y ella vuelve a gemir.
-¿Qué diablos te ha pasado?- vuelvo a preguntar.
-No sé... algo me ha empujado y he caído. Me he golpeado la rodilla- jadea.
Me vuelvo hacia atrás y sacudo la mano, para llamar la atención de mis amigas.
-¡Chicas! Ayudadme- grito, y ellas corren hacia mí.
-¿Qué ha pasado? ¿Quién es?- dice Clara. Su mirada se encuentra con la de Perrie y se para un segundo-. ¡Perrie!
Blanca se ha parado un par de pasos más allá, y parece indecisa. Clara suspira y la agarra por el brazo. Le sisea algo y la arrastra hacia aquí.
-Vamos a meterla en el hospital, y que la revisen o algo...- dice Clara, y yo asiento.
Agarro a Perrie por las piernas, y Clara por la parte de arriba. Blanca nos ayuda a cargar con ella, sin decir palabra.
Entramos en el complejo del hospital, dejamos a Perrie sentada en los bancos de recepción y avisamos a una de las enfermeras de la situación. Nos dice que harán una revisión de la rodilla y que nos comunicarán los resultados. Clara sigue siseándole cosas a Blanca al oído de vez en cuando, y yo decido llamar a Zayn para comunicarle lo ocurrido. Me parece lo correcto. La voz de Zayn suena aburrida cuando responde a la llamada:
-¿Diga?
-¡Zayn!
-Eh... ¿Lucía?- murmura, un poco más despejado.
-Sí, soy yo. Oye... ha pasado una cosa.
-Te escucho.
Carraspeo un poco para aclararme la garganta y procedo a contarle todo el incidente.
-Mira... Perrie ha aparecido de pronto junto al hospital. Se ha tropezado, o algo le ha empujado y se ha golpeado la rodilla. Están revisando si está rota. Si quieres...
-¿Perrie?- la voz de Zayn no suena preocupada, como me esperaba, sino más bien ligeramente cansada, aunque no sé de qué-. Voy en seguida. Ahora os veo.
Cuelga antes de que pueda decir nada más. Bufo y me vuelvo hacia mis amigas. Están sentadas alrededor de una mesa baja que hay en una pequeña sala de espera pegada al vestíbulo. Me encojo de hombros y entro.
-¡No! ¡No es justo, casi no recuerdo las reglas!- protesta Blanca, alzando las manos. Sonrío, contenta de que vuelva a estar algo más relajada. Estos últimos días ha estado demasiado tensa y callada para mi gusto. Veo que juegan a las cartas españolas, y siento una punzada de añoranza hacia mi país.
-Esa memoria... de verdad, no sé cómo te aprendes las canciones...- está diciendo Clara, para picar a Blanca. Ella la fulmina con la mirada y replica:
-Al menos me acuerdo de mi propio número de teléfono.
Clara arruga la nariz.
-¡Eh! Eso fue hace mucho, y era un día que tenía un dolor de cabeza...
-Ya, ya- repone Blanca, riendo-. Excusas.
Clara hace un gesto con la mano, indicando que no le importa lo que diga. Entonces me ven.
-Por fin, Lucía. ¿Con quién hablabas?- pregunta Clara, haciéndome un hueco en el mullido sofá en el que se ha sentado.
-Con Zayn- respondo, colocándome a su lado-. Le he avisado de lo ocurrido. Pero no se ha inmutado mucho, la verdad.
-¿Va a venir?- pregunta Blanca, a bocajarro.
-Eh... sí. Dijo que venía en seguida.
Blanca parece a punto de decir algo más, pero cierra la boca y asiente. Me recuesto contra el respaldo acolchado de mi asiento y me estiro.
-Dios- suspiro, bostezando-. De repente me ha entrado sueño.
-Pues duerme- repone Clara, barajando las cartas-. ¿Juegas?
-¿A qué?- pregunto a mi vez, frotándome los ojos. Por cierto, ¿y los chicos?
-Ni idea- dice Clara, y saca su móvil. Señala la pantalla-. ¿Les llamamos?
Entonces suena el móvil de Blanca. Ella descuelga y se lo lleva a la oreja. El que ha llamado dice algo, y luego mi amiga propone que poner el altavoz. Una voz femenina que conozco ya bien suena, distorsionada, a través del cacharro:
-Estoy con Louis y Harry. No sabemos qué hacer, y estos dos... ¡Ay!- suelta entonces-. Bueno, están haciendo una guerra de almohadas. Os digo que voy a acabar machacada como no me rescate alguien con un plan.
Soltamos una carcajada.
-Vale, vale- la tranquiliza Blanca, conteniendo aún la risa-. Podemos ir a dar una vuelta por la ciudad, que hace días que no la veo.
-Es verdad... Ay, que pereza- suspira Melissa.
-¿El qué te da pereza?- inquiere Clara.
-Las clases... empiezan el lunes. Es decir pasado mañana.
-¿Te has apuntado al final?- pregunto yo, interesada. Yo y Blanca no tenemos clases, por nuestro trabajo.
-Sí. Además, podré entregar las entrevistas que hice durante el tour. Eso me servirá a cambio de los exámenes iniciales. Ya los habéis tenido, ¿no?- se dirige a Clara.
-Sí. Los hicimos online- asiente esta.
Suena un golpe sordo a través del móvil, y Meli suelta una sarta de palabrotas dirigidas a los chicos que la incordian.
-Bueno, nos vemos en unos minutos ante el hospital. Espero llegar entera.
-Adios- respondemos, y Meli cuelga.

Narra Noelia
Me fui del hotel en cuanto me levanté, y ahora estoy sentada en un parque tranquilo y aislado, leyendo un libro. Necesito relajarme un poco. Hace una brisa agradable y el sol me calienta la piel. No hay nadie más en el parque, ni niños revoltosos ni ancianos cansados. Sonrío y miro hacia el cielo. Hay pocas nubes, y está completamente azul. Bajo la mirada al cabo de unos segundos, porque la luz hiere mis ojos. Entonces suena mi móvil. Estoy a punto de no cogerlo, pero el repetitivo pitido acaba venciéndome, porque no lo soporto. Gruño y miro la pantalla. Mi humor cambia al leer el nombre que brilla en ella: Niall.
Noto cómo los latidos de mi corazón se aceleran y se intensifican, y pronto los siento en cada fibra de mi ser. La sangre me zumba ligeramente en los oídos mientras a mi mente vuelven las imágenes del día en el que me caí al río con Niall. Mis dedos aprietan el botón verde del móvil casi con desesperación. Temo que Niall oiga mis temblores nerviosos a través de la línea. Sonrío al oír su voz:
-Noe, ¿tienes algo que hacer?
Unas mariposas nacen en mi estómago. Consigo responder, con voz entrecortada:
-No, nada. ¿Por qué?
-¿Te apetece que demos una vuelta?
-¿Puedes sin que te ataque medio mundo?- inquiero, enarcando una ceja.
-Sé camuflarme- replica él. Me río un poco, porque de pronto me imagino a Niall en forma de camaleón-. ¿De qué te ríes?
-De nada, de nada. Claro que me apetece verte... ¿dónde nos vemos? ¿Ahora mismo?- creo que mi voz suena claramente ansiosa, pero ya no me importa mucho.
-Puedo pasar a por tí, si me dices dónde estás. Te invito a algo y vamos a mi hotel, por ejemplo...
-No- corto.
-¿No?- suena desilusionado y sorprendido.
-No te dejo invitarme a nada, pero claro que voy, tonto.
Empiezo a reírme de su ingenuidad, y casi puedo ver cómo arruga la nariz.
-Ya veremos. Anda, dime tu paradero.
-Le digo como puedo cómo llegar hasta el parque, y él me asegura que en seguida llegará.
Intento volver al libro, pero por mi cabeza rondan demasiadas ideas fantásticas, infantiles y estúpidas sobre Niall y yo.
-¡Ay Noe, por dios! ¡Lo del río fue un accidente!- me grito a mí, misma, frustrada.
«¿Estás segura?» me susurra una voz en la mente, pícara. Agito la mano, como si pudiese apartarla como a las moscas.
Narra Melissa
Me cuesta contener la risa cada vez que miro a mis dos acompañantes; Louis se ha puesto unas gafas de mentira y una gorra que le tapa media cara y le da aspecto de mafioso. Además, se ha metido ropa bajo la camiseta, para simular una panza. Harry se ha pegado una barba postiza y un bigote a juego, y lleva un bastón en la mano. No sé qué mosca les ha picado, pero estoy segura de que no se disfrazan tanto cuando salen normalmente. Al menos no les reconocerán.
Hemos cogido el coche rojo de Harry, y él me ha ordenado que conduzca, porque dice que un abuelo tan viejo no debe hacerlo. He puesto los ojos en blanco al oír semejante tontería, pero he cedido.
-Las otras no os reconocen en la vida- repito por enésima vez, mientras ambos payasos se pegan tortas en los asientos traseros.
-Mejor- repone Louis.
-¿De verdad vais a ir así por la calle?- inquiero, mientras giro el volante para torcer una esquina.
-¡Claro!- responden al unísono.
-¿Qué pasa? ¿Te da vergüenza?- trata de picarme Louis, pero no muerdo el anzuelo.
-Para nada. Pero me gustaría tener la sensación de acompañar a dos jóvenes, y no a dos locos- gruño.
No dicen nada. Y yo tampoco digo nada más hasta que llegamos al hospital. No les permito que me acompañen a buscar a mis amigas, porque no quiero ser el payaso del complejo.
Cuando pregunto por mis amigas a la recepcionista me indica con la mano una sala contigua al vestíbulo. Le doy las gracias y entro.
-¡Ya estoy aquí!- digo, a modo de saludo. Clara corre a abrazarme, y yo le devuelvo el abrazo de buena gana-. Chicas, os advierto de que los dos locos que llevo en el coche están disfrazados de forma ridícula para camuflarse, según ellos.
El resto se ríe.
-¿No es eso lo que más nos gusta de ellos? ¿Que son ellos mismos todo el tiempo?- apunta Lucía.
-Es verdad. Dios, no me creo todavía del todo que sean nuestros... ¿amigos?- suspira Blanca.
-Yo creo que sí que podemos llamarles amigos- sonrío, y salimos de la sala.
-Oye...- vacila entonces Blanca, parándose en seco- debería esconder un poco mi identidad, o armaré un revuelo tremendo.
-Ponte algo discreto, no como los otros, por favor.
-Tranquila, no pretendo asustar a medio barrio- repone mi amiga, guiñando un ojo.
Se pone unas gafas de sol y una gorra de skate y andamos hasta el coche.
Cuando nos hemos sentado como podemos arranco el motor y nos dirigimos al Starbucks

al que quiere ir Harry. Me siento muy bien, como en un sueño, casi como si flotara. Al igual que a Blanca, me cuesta asimilar del todo nuestra situación. Tengo el presentimiento de que hoy no se me borrará la sonrisa.

Hi guys:)
Buueno, he tardado mucho en subir, pero es que no he podido escribir... aquí os dejo el capítulo. Veo que hay lectores, pero nunca me dejáis comentarios. Quiero ver alguno, en serio... Os recuerdo que podéis comentar sin tener cuenta. Tenéis que ir al final de la página, buscar donde pone el número de comentarios o "ningún comentario" y darle a eso. Os aparecerán los comentarios y un espacio para poner el vuestro
¿Qué opináis del problema entre Perrie, Blanca y Zayn? ¿Y de María y Liam? ¿Creéis que María se recuperará? ¿Y lo de Niall y Noe, saldrá adelante?
En el próximo capítulo saldrá la "cita" de estos dos últimos, y la desastrosa y revuelta tarde de Louis, Harry, Melissa, Lucía, Clara y Blanca. Puede que pase algo más... 
Besos, y gracias por leer.
Blanca

viernes, 6 de diciembre de 2013

Capítulo 24

Lo primero que veo cuando vuelvo a abrir el móvil, tras el aterrizaje en el aeropuerto de Barajas, es que tengo al menos diez llamadas perdidas; cinco son de Noelia, tres de Liam y dos de Harry.
¿Qué pasa? ¿Por qué me llaman tanto?
Me paro al ver el mensaje que me ha mandado Noe. Lo abro, con el corazón palpitando descontrolado. Es corto, pero basta para darme una puñalada fuerte y dolorosa en las entrañas. Me paro en seco, junto a la salida de la terminal del aeropuerto. George, que camina junto a mí, me mira, frunciendo el ceño.
-¿Estás bien?
Las palabras María ha tenido un accidente rebotan en mi cabeza, clavándose como púas en mi mente, y extendiendo una mezcla de rabia, angustia y nervios por mi cuerpo, que se ha tensado.
Trato de decirme que todo está bien, que está en el hospital, que se recuperará. Pero siempre le he tenido miedo a la muerte, y casi más a la pérdida de un ser querido. Mi garganta está seca y mis cuerdas vocales paralizadas, por lo que no consigo responder a la pregunta de George. Miro al suelo, pero no lo veo. Sólo veo el rostro inmóvil de mi amiga yaciendo sobre una almohada inmaculadamente blanca, rodeada de tubos. Mi mente imagina lo improbable, imagina que la pierdo, que se sume en la oscuridad para siempre.
¿Cómo sé que es tan improbable? No me han dicho en qué estado se encuentra, no me han dicho nada.
Mis pensamientos se enredan, y me mareo. El brazo de mi mánager me sujeta, para evitar que caiga al suelo.
-Blanca, ¿qué te pasa? ¿Ocurre algo...?
Me suelto, y salgo corriendo. La gente protesta cuando la empujo, mis guardaespaldas y el resto del equipo está desconcertado. Pero, a pesar de sus intentos por atraparme, no consiguen sujetarme. Parte de mi cerebro oye los gritos de los fans, pero no tengo intención de hacerles caso alguno. Los chillidos, que normalmente me perforan los oídos, resultan lejanos e irreales, amortiguados por una pared insonorizada que no funciona del todo.
Sé que no debo hacer esto, que está muy mal, pero no puedo parar.
Paro un taxi, me monto, reviso el único dato que me ha dado Noe, a parte de la noticia: el hospital en el que está ingresada mi amiga.
Le digo la dirección al taxista, y debo de sonar muy angustiada, porque me mira, preocupado. Por suerte, es un señor mayor, y no parece reconocerme.
Creo que le pido varias veces que acelere, porque me responde en un tono de voz que suena al mismo que los adultos suelen usar con los niños pequeños: ¡No es posible! No se deben pasar los límites de velocidad, están para algo...
Cuando la puerta se abre, casi olvido pagarle lo debido, y salgo disparada al exterior.
Los contornos del hospital se mezclan, en un torbellino pálido. Avanzo hacia la única abertura que veo con claridad: la puerta de entrada.
Cuando estoy a punto de atravesarla, una mano me detiene. Me intento zafar del agarre, casi desesperada, hasta que mi captor habla:
-Blanca, Blanca, tranquilízate, vuelve. Estoy aquí- es Clara.
Parpadeo, y la figura se hace nítida. Nuestros ojos se encuentran, y recupero la voz, así, de pronto.
-¿Qué le ha pasado? ¿Está muy mal? Oh, Dios, no es justo...
Mi amiga me hace un gesto con la mano.
-Está inconsciente. No nos han confirmado exactamente su estado. Creo que no lo quieren hacer público todavía; puede que no estén seguros.
Respiro hondo.
-¿Cuándo?
-Eso lo sabe Noe. Yo estaba con Harry, cuando me llamó, contándome la noticia. Pero no le hemos preguntado todavía. Blanca, por favor, tranquila. No se va a morir.
Me abraza, hasta que me relajo un tanto. Mi cabeza, que parecía estar en el centro de un tifón, vuelve a su sitio, y me siento mucho mejor. Al final, me separo de ella y digo:
-Ya estoy mejor. Supongo que he exagerado un tanto, ¿no?- me mira, con una media sonrisa, pero no dice nada-. ¿Dónde está Zayn?- la pregunta brota de mis labios antes de que pueda pensar en lo que voy a decir, antes de que pueda detenerme. La expresión de Clara se vuelve divertida.
-¿Zayn? Ah, se ha ido.
-¿No le interesa? Ah, claro, él nunca...- bufo, enfadada de pronto.
-Oh, no. Vino, y muy rápido. Creo que estaba con Perrie cuando Noe le llamó. Creo que a Perrie le molestó la interrupción- oír eso me produce una siniestra satisfacción, aunque sé que está mal que me sienta así-. Pero se tuvo que ir. Sigue... ¿cómo decirlo? Callado, taciturno, casi triste.
¿Triste? Me pregunto por qué podría estar triste Zayn. Parte de mí desea ardientemente hablar con él, ayudarle, servirle de apoyo. Siento el mismo sentimiento que sentía antes cada vez que en las noticias, o en Twitter, decían que uno de los cinco estaba mal. Aunque tal vez la sensación sea diferente, porque les conozco.
Son mis amigos, ¿o no? Por una parte, esa idea sigue pareciéndome absurda, irreal.
-Bueno, ¿puedo ver a María?
Clara vacila.
-No nos dejan ahora. Dicen que necesita tranquilidad total- al ver que cruzo los brazos, añade-: a mí también me gustaría verla. No nos han dejado a ninguna.
Hay un silencio, que es interrumpido por las vibraciones de mi móvil, en el bolsillo de mi chaqueta vaquera.
El nombre de mi mánager brilla en la pantalla: George.
Suspiro, recordando de pronto mi precipitada huida del aeropuerto; George no debe de estar muy contento conmigo ahora mismo.
-Cógelo, venga- me insta Clara.
Le respondo con una mueca, y el móvil deja de vibrar en la palma de mi mano.
-No sé- murmuro.
-¿Por qué? ¿Ha pasado algo?
-Bueno- tuerzo la boca y suelto un gruñido, antes de proseguir-: digamos que salí volando del aeropuerto.
-¿A qué te refieres?
-Cuando vi el mensaje sobre lo de María... me descontrolé. Salí corriendo, sin permiso. Creo que a George no le hizo gracia.
-¿Te escapaste de tu propio equipo?- inquiere Clara, escéptica.
-Sí- repongo.
-Rebelde...- comenta, divertida-. De todas formas, no vas a estar sin contactar con ellos toda la eternidad, así que soluciona ya las cosas.
-Supongo que debería hacerlo.
-Sí, debes.
Como siguiendo el hilo de nuestra conversación, mi móvil vuelve a sonar. Le hago un gesto a mi amiga, y me alejo un poco, para poder hablar tranquilamente.

-¿En qué demonios estabas pensando?- estalla George, antes de saludar siquiera.
No sé qué decir, pero bufo, para que sepa que sigo escuchando, que no he colgado.
-Cielos, niña- me llama así cuando está enfadado, a pesar de que sabe que lo detesto-. No puedes hacer ese tipo de cosas. No es sólo por la educación; también es por tu seguridad, los horarios, tu imagen pública...
Sigue citando una serie de razones, cada una más estúpida que la anterior, y dejo de escucharle, para pensar en lo que voy a decir, porque no puedo quedarme callada para siempre. La única razón que me llevó a hacer lo que hice fue el repentino miedo por mi amiga, y no creo que eso le baste a George; me soltaría un discurso sobre mi trabajo, mis prioridades, sobre la imagen que debo mostrar al mundo... y otras muchas cosas que no me apetece nada escuchar.
-Lo siento- es lo único que se me ocurre, y sé que sueno como una estúpida.
-Ya- gruñe él-. ¿Lo siento? ¿En serio?
-Sí- repongo incómoda-. ¿Qué quieres que diga?
-¡Cielos!- suelta-. Dame una buena razón.
-¡George! Mi trabajo no elimina mis reacciones espontáneas. Siento cosas, tengo una mente que...- comienzo a irritarme.
-No te llamo máquina, ni robot, Blanca...
-También tengo intimidad- corto, enfadada.
-Nunca te la he pretendido arrebatar.
-Ahora lo haces. Tengo mis razones. Actué mal, sí. Lo siento, ¿de acuerdo? Pero no tengo que darte unas razones que me pertenecen.
No dice nada, y reprimo el impulso de colgar en el instante.
-Está bien...- suspira al fin- pero el caso es que tu equipaje...
-Puedo ir a organizar mis cosas. Voy para allá ahora mismo.
-Hasta luego, entonces- responde, en tono seco.
Cuelgo, apretando con mucha fuerza la pantalla. Sobre ella aparecen unas manchas, signo de que el gel que contiene se ha alterado por la presión de mi dedo.
Le digo a Clara lo que voy a hacer, y que no tardaré en volver, y luego cojo un taxi.

Veinte minutos más tarde cargo con las maletas, entre la multitud de fans congregada ante mi hotel. A veces, me sorprende la rapidez con la averiguan mi paradero. Dado que este es el mismo hotel de la vez anterior, muchos de ellos se habrán arriesgado a probar suerte. Y la tienen, aunque no toda la que podrían haber tenido: George está enfadado todavía, y me ha prohibido firmar y conocer a los fans.
Aún así, y a pesar de mi propia irritación, aprovecho los instantes en los que los guardias no prestan atención a mis movimientos para firmar un par de autógrafos. También ofrezco sonrisas, a pesar de que me cuesta esbozarlas.
No pierdo más tiempo; en cuanto he dejado todo el equipaje en mi cuarto y me he cambiado de ropa- aunque no estuviera sucia, sentía la necesidad de cambiarme-, salgo del edificio para regresar al hotel. Lo hago por una puerta trasera más pequeña, y en la que no hay gente esperándome.

Encuentro al resto- Liam, Louis, Harry, Niall, Noe y Clara- en una sala del complejo en la que hay unos mullidos sofás y una mesa baja. De pronto, me pregunto dónde estarán Lucía y Melissa; venían conmigo, y no sé que hicieron tras mi huida.
-¡Blanca!- Noe corre a darme un abrazo, y la siguen Harry, Liam y Louis.
Niall sonríe, me da una palmada amistosa en el hombro y me revuelve el pelo. Detrás, Noe pone una expresión curiosa.
-¿Y Meli?- pregunta Louis entonces, con una leve decepción en su voz.
-Ni idea... ha habido un pequeño incidente... y no sé dónde está ni ella ni Lucía- suelto una breve carcajada-. ¿Y Brett?
-Brett está con su familia ahora mismo; hacía mucho que no se veían- responde Harry, encogiéndose de hombros.
-¿Llamamos a Meli y a Lucía?- pregunta Clara, y ninguno objeta nada.
Meli no responde, pero Lucía sí lo hace, y nos sentamos en círculo sobre el suelo. Cñara activa el altavoz de su móvil.
-¿Diga?- se oye la voz de Lucía, distorsionada, al otra lado de la línea.
-¡Lucía!- Noe y Clara empiezan a hablar atropelladamente, y nadie entiende una sola palabra durante un rato. Me veo obligada a interrumpir su cháchara sin sentido:
-¡Eh, eh! Chicas, una a una, por favor...
Mis amigas se miran. Parecen darse cuenta de lo ridícula que ha resultado la escena, porque estallan en carcajadas. Lucía suspira brevemente, y ríe también.
-¿Está Meli contigo?
-Qué va. Se fue a hacer algo que calificó de importante- responde Lucía-. ¿Dónde fuiste, Blanca?
-Bueno...
Procedemos a contarle lo que le ha sucedido a María. Nos cuesta coordinar los turnos de palabra, pero lo conseguimos. Cuando dejamos de hablar, un silencio pesado cae en la sala.
-Oh...
-Pero se pondrá bien- Louis trata de aligerar el ambiente, aunque su voz no suena demasiado firme.
-¿Y Meli lo sabe?- pregunta mi telonera.
-La endemoniada no contesta al móvil- murmura Noe, pulsando la pantalla de su móvil.
-A lo mejor se ha quedado sin batería- me encojo de hombros.
-O a lo mejor nos evita- repone Louis, burlón.
-Oh, sí, seguro que te evita a ti- le ataca Niall, y todos esbozamos una débil sonrisa. El rubio parece decepcionado, porque su supuesta broma no ha surtido un gran efecto.
Pasamos las siguientes horas jugando a las cartas, primero con la baraja que todos conocen, y luego con la española, que aparece por sorpresa en el bolso de Noe.
Les explicamos las reglas, lo que nos lleva un buen rato, por culpa de las continuas interrupciones de Niall. Noe acaba hartándose de que no deje hablar a Clara, que es la que está explicando, y le da una colleja. A Niall no le da tiempo ni a protestar: mi amiga le calla poniendo su mano sobre la boca de él, y no la aparta.
Esa noche, Clara se queda a dormir en el hospital, los chicos vuelven a sus casas, y yo voy al hotel. Noe duda, antes de decidir que se queda con Clara.
Me encuentro con Lucía, que espera en el cuarto que compartimos. Ambas estamos cansadas, y nos tumbamos en nuestras respectivas camas, con un libro en la mano.
Mis párpados se cierran poco a poco, pero no hago caso; me pasa siempre que leo en la cama.
Me despierto un poco más tarde, aunque no sé si han pasado minutos u horas. Me basta con abrir los ojos un poco para descubrir qué me ha interrumpido el sueño: el libro reposa sobre mi cara, y las esquinas se me clavan en las mejillas.
Hago una mueca, aparto el libro y me vuelvo a dormir. No me cuesta.

Estamos sentadas en los bancos del parque del hospital. El viento transporta el aroma de la lluvia, aunque las nubes no están todavía en el cielo.
No hablamos de nada, en realidad. Simplemente, estamos.
Al cabo de un rato, Clara pone a sonar algo de música, mientras yo me siento cada vez más nerviosa; todavía no hay fans, pero podrían aparecer de un momento a otro.
Mi móvil vibra, y me caigo al suelo, sobresaltada. Lucía y Clara se ríen, y yo arrugo la nariz, frotándome la espalda.
Cuando miro la pantalla, veo que tengo una llamada perdida de Melissa.
Voy a devolverle la llamada, cuando se oye un grito.

Nos ponemos en pie.




Quiero dedicar este capítulo a una de las personas a las que más quiero del mundo. Esa persona es mi amiga Paula, que me ha demostrado estar ahí siempre para todo, y se lo agradezco mucho. Su cumpleaños fue el día tres, y ella me pidió el capítulo 24 como regalo, porque es una de mis lectoras favoritas. Llega un poco tarde, porque no he tenido tiempo de escribirlo antes, pero espero que lo disfrute, que todos lo disfrutéis. Te quiero Paulita<3 Felicidades otra vez.
PD: Gracias por leer<3