Si queréis seguir leyendo la secuela, Flying Dream, podéis hacerlo en wattpad. Mi usuario es DirectionerTributo12. Gracias a todos.
Blanca.
Blanca es una cantante que acaba de salir a la fama. Ella y sus amigas son Directioners, pero ya han perdido la esperanza de conocer a sus ídolos. ¿Qué pasaría si acudiese un invitado sorpresa a uno de los conciertos?
Living The Dream
lunes, 8 de septiembre de 2014
domingo, 25 de mayo de 2014
Fin del Primer Tomo
Aquí acaba el primer tomo de mi novela sobre los chicos de One Direction. Espero que os haya gustado y que os guste el tomo dos. Si tenéis ideas para nombres estoy abierta. Mi twitter @1D_Best_Idols.
Gracias a todos.
Gracias a todos.
Capítulo 28
Narra Blanca
Zayn.
Me despierto con su nombre en la
cabeza. Puedo palpar su sabor deseable e hiriente al mismo tiempo.
Trago un poco de saliva y noto que me
duele la garganta. Sacudo la cabeza, que me pesa, y me levanto de la
cama.
«María, tengo que estar pensando en
María» me digo, pero todo lo que me viene a la cabeza es Zayn.
Sigo odiándome por haber roto la
relación que tenía con uno de mis ídolos, pero por otra parte no
puedo evitar sentirme molesta con él. ¿Por qué tiene que coquetear
de esa forma? Y otra voz dice: ¿y si no se da cuenta de lo que hace?
Esa voz es una que ha estado conmigo desde que escuché la primera
canción de One Direction, pero ha cambiado al conocerles. Se había
debilitado y escondido, pero últimamente cobra fuerza: estoy muy
enamorada de él, lo sé, lo noto, y mis sentimientos son cada vez
más intensos. Entonces me pregunto qué diría él si supiese que mi
amor por él es tan fuerte que hunde la preocupación por una de mis
mejores amigas bajo un velo secundario. Pero al instante pienso que
es aburdo, que no le importaría. Tiene novia. Perrie es su novia. A
mí me gustaba Little Mix y admiraba a todas, pero ahora Perrie ha
quedado muy lejana y fría para mí.
Suena
el timbre. Descartando la idea de que sea una fanática con mucha
suerte camino hasta el recibidor de mi habitación del hotel y abro
la puerta.
Melisa está de pie en el pasillo, y
yo fuerzo una soñolienta sonrisa que ella me devuelve. Entra y me
muestra el paquete que trae.
Se me cae el alma a los pies cuando
veo que el contenido son donuts y chocolate caliente.
Ahora no puedo decir que no.
Narra Liam
Cuando me
despierto pego un respingo: me he dormido en la solla junto a la cama
de Mría, con mi cabeza apoyada en su brazo; tengo una marca roja que
me surca la cara, l veo en el pequeño espejo que cuelga de la pared
de enfrente.
Me
froto los ojos y acaricio tiernamente el rostro de María mientras
unas silenciosas lágrimas empiezan a brotar de mis ojos marrones. No
puedo dejar que se vaya, y menos aún sin habérselo dicho, sin
haberle dicho que la amo con todo mi corazón. La idea de María
desapareciendo de mi mundo se me hace totalmente insoportable, pero
lo veo con nitidez, cercano. «¿Por qué no le dijiste nada cuando
pudiste?». Pero no la voy a dejar marchar. Blanca me ha traído la
comida por una razón: tengo que luchar, comer, seguir adelante por
ella y, sin embargo...
Me tiro de los
pelos y lloro, lloro muchísimo.
Entonces me
inclino sobre ella para besarla; tengo que hacerlo, lo necesito, lo
necesito.
Sus labios están
demasiado fríos y quietos, tanto que no puedo notar el pulso de su
corazón en ellos, pero los empujo dulce y desesperadamente con los
míos
No puede irse.
Las lágrimas
saben extremadamente saladas en medio de ambas bocas: fuego la mía,
hielo la suya..
miércoles, 12 de marzo de 2014
Capítulo 27
Narra Liam
Pasa otra semana más y María no
despierta. Mi angustia crece tanto que me cuesta concentrarme en otra
cosa que no sea reprimir mis propias lágrimas. Según los chicos
ahora como menos, y en cuanto a las chicas... las destroza verme así;
ahora no son sólo fans en el fondo de su corazón, sino también
amigas. También a mí me duele verlas tan tristes y hundidas, y me
siento mal por ser el culpable, pero la ausencia de María me está
carcomiendo con más fuerza de la que nunca habría imaginado. El
único deseo que arde en mi corazón es verla despertar y poder
mecerla de nuevo entre mis brazos. No dejarla escapar nunca más.
En este momento nos hayamos en una de
las salas de estar del hospital. Noe y Niall se comportan de una
manera rara desde hace unos días, y las chicas tratan de alegrar el
ambiente inventando cotilleos sobre lo que ha pasado entre ellos. Noe
pone los ojos en blanco cada vez que oye uno, y Niall se pone rojo y
niega con la cabeza. Meli tiene la cabeza apoyada en el regazo de
Louis, que le cuenta alguna anécdota que le ha pasado con sus
hermanas. Clara y Lucía se encuentran en otro sofá con Harry. Las
miradas que cruzan Clara y Harry de vez en cuando son cálidas, y
trato de alegrarme por lo que pueda estar pasando entre ellos. No lo
consigo. Noe se ha dormido en un sillón, o trata de volver a
dormirse, porque Niall no para de hacerle cosquillas. Blanca lee un
libro en otro asiento, apartada del mundo por los cascos. Las tazas
de té reposan vacías sobre la mesa. La mía contiene todavía el
líquido, frío e intacto, entre mis manos. Zayn no se encuentra con
nosotros; supongo que estará con Perrie, que ha tenido que acudir
hoy a una revisión por su pierna rota. Poco a poco todos callan, y
un silencio turbio cae sobre nosotros. Blanca acaba levantándose y
saliendo de la sala, con la frente fruncida. Siento que necesito ver
a María. Un minuto más tarde me encuentro en la puerta de su sala.
No está bloqueada. Me deslizo al interior con desesperación y me
siento en la silla junto a su cama. La puerta se cierra, dejándonos
solos con el pesado silencio.
Deslizo mis dedos por su frente y
aparto el pelo de su cara con delicadeza. Su piel está pálida y
fría, lo que me lleva a posar la mano en su pecho. Sólo me calmo
cuando noto los latidos de su corazón, irregulares pero presentes,
en mi mano. Entonces me doy cuenta de dónde reposa mi mano. Pero no
me importa, ahora no.
No cuento las horas que pasan hasta
que entra un médico y me echa del cuarto; el tiempo parece detenerse
junto al lecho de la inmóvil María. Cuando salgo al pasillo
descubro que está desierto. Las máquinas exprendedoras están
abandonadas junto a la pared, con los solitarios productos
descansando en el interior de los envases, esperando a ser comidos.
Un poco más adelante hay unos ventanales. Mientras me acerco
lentamente a ellos la luz anaranjada cambia el color de mi piel, y me
siento como un parásito extraño y errante sobre la faz de la
Tierra.
Si no despierta este vacío quedará
para siempre en mi interior.
Las nubes parecen algodón de azúcar
en medio de un mar de coral naranja y rosa. La Luna en cuarto
creciente asoma tímidamente entre ellas, miedosa a salir antes de
que el Sol se haya hundido del todo en el horizonte y le deje el
territorio que controla mientras hay luz del día. Deslizo mis dedos
por el fresco cristal y pego la frente también.
-Liam- dice entonces una voz suave a
mis espaldas.
Es Blanca, que me mira desde una
distancia de dos metros. Me separo del cristal y me vuelvo hacia
ella.
-Ah, hola.
Me doy cuenta de que parece más
pálida de lo habitual, y de que sus ojos parecen algo rojos. Sus
manos aferran una caja de cartón pequeña.
-Deberías... deberías comer- me dice
entonces, acercándose con la caja por delante.
-No tengo...- empiezo a decir.
-Ya sé que no quieres, pero te tengo
que obligar- replica con firmeza-. ¿Has desayunado siquiera?
-Sí, he desayunado, pero nada más.
-Te he traído carne picada con
verduras- dice mientras me tiende la caja-. Come.
-No, de verdad que no tengo apetito-
rechazo la caja.
-Por favor, come- insiste.
-Yo no...
-¡Come!- de pronto pierde la
estabilidad y se le quiebra la voz-. Come ahora. Vas a comer... vas a
comer...- tiene las mejillas arreboladas y el rostro crispado en una
mueca cansada y algo desesperada. No entiendo por qué insiste de
esta forma en que coma-. Hazlo porque... Liam come, por favor- las
lágrimas brillan en sus ojos, y no puedo resistir más; cojo la caja
que me tiende.
-Blanca, ¿qué...?- pregunto, casi en
un susurro.
-No pasa nada. Quiero que comas, eso
es todo.
Aparta los ojos, y sé que hay algo
más. Algo en su expresión me dice que esto va más allá de mi
alimentación.
No comento nada.
Ella observa en silencio mientras me
como todo lo que me ha traído. Luego asiente y se marcha por donde
ha venido.
Mis párpados todavía luchan por
cerrarse cuando salgo al pasillo que conecta las habitaciones de los
ingresados con las duchas. Anoche no pegué ojo, pero esperaba que
una ducha me despejase. Por desgracia no ha sido así. Tomaría un
café, pero mis dedos tirando obsesivamente de mi pelo me dicen que
no sería una buena idea.
Me miro las manos y tuerzo el gesto al
ver las uñas mordidas hasta la línea en la que se juntan con la
carne. A pesar de no haber comido nada bien los últimos días el
apetito no asoma, así que me abstengo de dirigirme a la zona de
comida; camino derecho hacia la habitación de María.
¡Hola a todos! Lo siento mucho por tardar tantísimo en subir capítulo, pero he estado extremadamente liada y me ha sido imposible. Aquí lo tenéis, espero que os guste.
sábado, 18 de enero de 2014
Capítulo 26
Narra Noelia
Jugueteo nerviosa con los hilos de mi
jersey fino color granate. Me quito el gorro caído que llevo para
alisar mi pelo con las manos. Luego me lo vuelvo a colocar
distraídamente. Busco el pequeño bote de colonia del tamaño de una
nuez que llevo en uno de los bolsillos de miz vaqueros y me echo un
poco sobre el cuello, extendiendo las gotas con la mano. Respiro
hondo y me dedico a contar los segundos que pasan; es algo que hago
al estar nerviosa. Todavía creo notar el sabor de los labios de
Niall cuando me besó en el riachuelo. Me doy cuenta de que parte de
mí desea fervientemente volver a tenerlos cerca, volver a sentir su
piel acariciando la mía. Otra parte de mi ser retiene ese deseo
prohibido y estúpido. Debería ir con más cuidado si no quiero que
me pasen ese tipo de cosas. A pesar de todo, cuando veo la cabeza
rubia asomar por entre los setos del parque mi corazón se desboca y
tengo que reprimir el impulso de correr a sus brazos.
-Niall- la palabra muere en mis labios
y toma forma de suspiro. Me avergüenzo de lo estúpida que parezco
ahora mismo. Él, sin embargo, me sonríe.
-Noe- parece que me va a abrazar, pero
se muerde el labio y me da unas palmaditas en el brazo derecho.
-¿De verdad querías dar una vuelta?-
las palabras salen de mi boca antes de que sepa exactamente por qué
las he pronunciado.
-¿A qué viene esa pregunta?- titubea
Niall, confuso.
No digo nada y bajo la mirada.
-Vamos.
La comodidad que reinaba entre los dos
por teléfono se ha esfumado, pero parece que él intenta retomar la
relación normal. No sé si me alegra o me decepciona su actitud.
Decido que trataré de actuar de la forma más natural posible,
porque lo último que quiero es que se vaya y me deje sola.
Se pone una gorra y unas gafas de sol,
además de una braga negra para el cuello que se sube hasta la nariz.
Espero que no le reconozcan, porque no estoy de humor para paparazzis
que revoloteen a nuestro alrededor exprimiendo toda la información
posible para luego modelarla a su gusto.
Un coche blanco aparece tras una
esquina. Niall saca un pequeño mando a distancia y, pulsando un
botón, abre las puertas. Me indica que entre en el asiento de
copiloto y él se coloca al volante. El coche arranca y salimos a
velocidad media por la pequeña calle. Niall frunce el ceño y trata
de recordar cómo llegar a una calle más grande.
Unos minutos más tarde esperamos en
un semáforo en rojo que da a una avenida surcada de locales
comerciales y pequeños y acogedores bares. Casi de forma
inconsciente fijo la mirada en sus sienes, sobre las que el pelo
revolotea, mecido por el aire que entra por la ventana entreabierta.
De pronto, el coche para y despierto
de mi ensoñación. Me ruborizo al ver que mi mano se ha alzado en
busca del cabello de Niall. La bajo a toda prisa y carraspeo. Me
dedica una sonrisa que no me veo capaz de devolver y sale del coche.
Le imito.
Hay un Starbucks ante nosotros;
fotos de granos de café y chocolates de todos los tonos posibles
adornan parte de sus ventanas. El símbolo verde de la sirena cuelga
sobre la entrada. Me apresuro a entrar junto a Niall y el olor a
bebidas dulces y cremosas nos rodea en cuanto entramos por la puerta.
Veinte minutos más tarde salimos del
local, yo con los labios fruncidos y Niall con expresión triunfal;
ha conseguido pagar él todo y nadie le ha reconocido. De esto último
me alegro yo también.
Mientras subimos al coche con los
frapuccinos de chocolate blanco, murmuro:
-Lo compensaré... puedes estar
seguro.
Él emite un sonido que se asemeja
vagamente a una carcajada.
-¿Adónde vamos?- pregunto, cuando el
silencio empieza a cansarme.
-¿Quién sabe?- repone él en tono de
misterio. Arqueo las cejas, con los ojos en blanco, y deseo que la
tensión remita un tanto.
Voy a replicar algo sobre lo
inadecuado de llevar a una chica a un lugar sin que ella sepa nada de
su destino y su suerte, cuando aminora hasta parar. Cierro la boca y
miro a través del parabrisas.
Es una casa de un piso pintada entera
de blanco. No tiene más que jardín que una estrecha franja de
hierba ante la puerta de entrada. Parece modesta. Miro a Niall.
-Bienvenida a mi humilde casa- dice, y
abre la verja de entrada en un gesto gentil.
Narra Clara
Harry está ahora al volante, porque
él y Louis quiere llevarnos a un sitio sorpresa. Parece que han
cambiado de idea y ya no vamos a un Starbucks. Ambos sonríen
con misterio, se dicen cosas, nos miran de reojo y ríen. Atrás
estamos inquietas; con ellos nunca se sabe lo que te espera. Estamos
apretadas en el asiento de atrás y no llevamos cinturón. Mi cadera
está presionada contra la puerta y me duele considerablemente. Deseo
llegar ya, antes de que mis huesos se aplasten como almohadas. Como
si leyese mis pensamientos, Harry para bruscamente, y las cuatro que
no vamos sujetas saltamos en el asiento.
-¡Diablos! ¿Qué manera es esta de
tratar a...?- empieza a protestar Lucía.
-La manera H&L- repone Harry con
una sonrisa radiante, al mismo tiempo que abre la puesta en un
ridículo gesto caballeresco.
-¡Ah!- rio yo-, ahora tenéis marca y
todo, ¿no? ¿Es de coches o es un servicio de atención al cliente?
-Es una marca todopoderosa, señorita-
concreta Louis.
-¿Todopoderosa?- repite Lucía,
burlona.
Entonces veo a Blanca apoyada en el
coche, con una sonrisa claramente forzada en los labios. Decido que
tengo que hablar con ella, porque está claro que le pasa algo desde
hace un tiempo. Pero este no es el momento.
-Vamos- oigo la voz de Harry junto a
mi oreja. Su cercanía me provoca un escalofrío y mis carrillos se
encienden un tanto.
Estamos ante un elegante local de
muros exteriores negros. Las ventanas oscurecidas están rodeadas por
unas luces tenues. Entramos en él en silencio, tras Harry y Louis.
Los chicos causan un gran revuelo al entrar en el local, y nosotras
agachamos la cabeza, incómodas. Harry se acerca a un camarero con
traje negro y blanco, que mira a mi amigo con incertidumbre. Harry,
sin embargo, se dirige a él con decisión y le enseña algo que
parece una tarjeta. El camarero se relaja y asiente. Luego nos guía
hasta una sala separada por un murete del resto del local. Las
paredes son rojas, y la luz de los farolillos con velas baila en las
paredes y las mesas. Harry y Louis suspiran y se quitan los
disfraces. Ambos tienes el pelo revuelto, y eso nos arranca unas
carcajadas. Nos sentamos: Meli está junto a la pared, y junto a ella
se sienta Louis. Al otro lado de Louis se coloca Lucía. Blanca toma
asiento ante Meli y Harry pasa junto a ella. Ocupo el único lugar
restante. Aún sorprendida por el lugar al que nos han traído
escuchamos a los chicos pedir dos pizzas grandes para todos. Louis
pierde su actitud formal en seguida y se recuesta descaradamente en
el asiento.
Hablamos de diversos temas mientras
comemos, desde la carrera musical de los chicos hasta temas de chicas
de los que no saben nada. Blanca mira sombría su trozo intacto; es
la única que no ha comido nada todavía. Harry le de un codazo
afectuoso y le aparta el pelo que le ha caído en la cara. Algo en mi
interior me susurra que, de no estar preocupada por mi amiga, estaría
celosa.
-Eh, ¿te pasa algo? Come- dice Harry
con voz suave-, venga... ¿No te gusta la pizza?
-No- repone Blanca y aparta la mano de
Harry-, sí que me gusta. Es sólo que...- mira la comida con
cansancio-. Estoy bien, ya como.
Y coge el trozo y se lo lleva
dubitativa a la boca. Harry y Louis se miran, y Melissa tiene una
expresión preocupada en el rostro.
-Meli. Dice Harry entonces-, ¿me
pasas el mosto?
Mi amiga asiente y alza la jarra para
dársela. Pero las manos de Harry no cogen bien la botella y esta cae
y derrama su contenido sobre mi pelo y mi ropa.
-¡Dios mío!- exclama Harry y se
lleva ambas manos a la boca-. Lo siento, lo siento, lo siento...
Parpadeo, con el zumo en mis pestañas.
Louis estalla en carcajadas y Lucía contiene la risa. Les dirijo una
mirada envenenada.
-¡Torpe!- espeta Louis a Harry.
-Lo siento... te ayudo a limpiarte,
vamos- me ofrece una mano para ayudarme a levantarme y nos alejamos
de la mesa.
-Es un baño de chicas- señalo.
Él se encoge de hombros y entra
conmigo. Pongo los ojos en blanco y espero que no haya dentro.
Mi pelo está empapado y pegajoso, y
se me pega a la cara. Mi ropa no ha tenido mucha más suerte. Harry
se muestra aún más avergonzado al ver mi expresión reflejada en el
espejo. Me lavo las manos a conciencia y voy a hacer lo mismo con la
cara, cuando él me detiene. Me giro para interrogarle con la mirada
y me encuentro con sus ojos verdes a escasos centímetros de mi
rostro, noto su aliento en mi piel. Mi boca se abre. Entonces él
rompe el embrujo- para mi alivio, porque estoy segura de que parezco
una completa idiota- pasando un papel mojado por mi cara. Recorre mis
facciones con suavidad y moja otro papel para limpiar mi cuello.
Estoy sin aliento. Me limpia los brazos también, y cuando termina
siento que ardo.
-Gracias- susurro, y él me acaricia
la cara y sonríe.
-¿Y el pelo? ¿Tienes una goma?- me
pregunta, mientras engancha sus dedos en los nudos de mi cabello.
Tardo un minuto en reaccionar y darle
la goma que llevo en la muñeca. Me recoge los mechones sucios en una
coleta con suavidad. Cuando vuelvo a mirarme en el espejo me siento
mejor: mi aspecto ha mejorado considerablemente, aunque la ropa no
tiene remedio.
Los demás se preparan para salir de
allí cuando aparecemos de nuevo. Pronto estamos de nuevo en el
coche, de vuelta a casa.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)