Living The Dream

sábado, 21 de diciembre de 2013

Capítulo 25

Narra Lucía
Cuando llegamos al lugar del que ha venido el grito vemos un bulto tendido sobre el suelo. Entrecierro los ojos para distinguir mejor la forma. Es una chica, que se ha hecho un ovillo junto al bordillo de la calzada, y se sujeta una pierna con ambas manos. Cruzo una mirada rápida con Clara y Blanca y me acerco, con cautela.
Me agacho junto a la chica y le toco el hombro con suavidad. Ella gime y se acurruca más. Es rubia y delgada, y pienso que me suena mucho. Pero no le veo la cara, por lo que no puedo estar segura de nada.
-Eh- murmuro-. ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?
Por fin vuelve un poco la cabeza. Veo sus ojos azules como el hielo, su nariz fina y su piel pálida. Un nombre acude a mi mente: Perrie. En seguida, mis cuerdas vocales lo pronuncian, y ella vuelve a gemir.
-¿Qué diablos te ha pasado?- vuelvo a preguntar.
-No sé... algo me ha empujado y he caído. Me he golpeado la rodilla- jadea.
Me vuelvo hacia atrás y sacudo la mano, para llamar la atención de mis amigas.
-¡Chicas! Ayudadme- grito, y ellas corren hacia mí.
-¿Qué ha pasado? ¿Quién es?- dice Clara. Su mirada se encuentra con la de Perrie y se para un segundo-. ¡Perrie!
Blanca se ha parado un par de pasos más allá, y parece indecisa. Clara suspira y la agarra por el brazo. Le sisea algo y la arrastra hacia aquí.
-Vamos a meterla en el hospital, y que la revisen o algo...- dice Clara, y yo asiento.
Agarro a Perrie por las piernas, y Clara por la parte de arriba. Blanca nos ayuda a cargar con ella, sin decir palabra.
Entramos en el complejo del hospital, dejamos a Perrie sentada en los bancos de recepción y avisamos a una de las enfermeras de la situación. Nos dice que harán una revisión de la rodilla y que nos comunicarán los resultados. Clara sigue siseándole cosas a Blanca al oído de vez en cuando, y yo decido llamar a Zayn para comunicarle lo ocurrido. Me parece lo correcto. La voz de Zayn suena aburrida cuando responde a la llamada:
-¿Diga?
-¡Zayn!
-Eh... ¿Lucía?- murmura, un poco más despejado.
-Sí, soy yo. Oye... ha pasado una cosa.
-Te escucho.
Carraspeo un poco para aclararme la garganta y procedo a contarle todo el incidente.
-Mira... Perrie ha aparecido de pronto junto al hospital. Se ha tropezado, o algo le ha empujado y se ha golpeado la rodilla. Están revisando si está rota. Si quieres...
-¿Perrie?- la voz de Zayn no suena preocupada, como me esperaba, sino más bien ligeramente cansada, aunque no sé de qué-. Voy en seguida. Ahora os veo.
Cuelga antes de que pueda decir nada más. Bufo y me vuelvo hacia mis amigas. Están sentadas alrededor de una mesa baja que hay en una pequeña sala de espera pegada al vestíbulo. Me encojo de hombros y entro.
-¡No! ¡No es justo, casi no recuerdo las reglas!- protesta Blanca, alzando las manos. Sonrío, contenta de que vuelva a estar algo más relajada. Estos últimos días ha estado demasiado tensa y callada para mi gusto. Veo que juegan a las cartas españolas, y siento una punzada de añoranza hacia mi país.
-Esa memoria... de verdad, no sé cómo te aprendes las canciones...- está diciendo Clara, para picar a Blanca. Ella la fulmina con la mirada y replica:
-Al menos me acuerdo de mi propio número de teléfono.
Clara arruga la nariz.
-¡Eh! Eso fue hace mucho, y era un día que tenía un dolor de cabeza...
-Ya, ya- repone Blanca, riendo-. Excusas.
Clara hace un gesto con la mano, indicando que no le importa lo que diga. Entonces me ven.
-Por fin, Lucía. ¿Con quién hablabas?- pregunta Clara, haciéndome un hueco en el mullido sofá en el que se ha sentado.
-Con Zayn- respondo, colocándome a su lado-. Le he avisado de lo ocurrido. Pero no se ha inmutado mucho, la verdad.
-¿Va a venir?- pregunta Blanca, a bocajarro.
-Eh... sí. Dijo que venía en seguida.
Blanca parece a punto de decir algo más, pero cierra la boca y asiente. Me recuesto contra el respaldo acolchado de mi asiento y me estiro.
-Dios- suspiro, bostezando-. De repente me ha entrado sueño.
-Pues duerme- repone Clara, barajando las cartas-. ¿Juegas?
-¿A qué?- pregunto a mi vez, frotándome los ojos. Por cierto, ¿y los chicos?
-Ni idea- dice Clara, y saca su móvil. Señala la pantalla-. ¿Les llamamos?
Entonces suena el móvil de Blanca. Ella descuelga y se lo lleva a la oreja. El que ha llamado dice algo, y luego mi amiga propone que poner el altavoz. Una voz femenina que conozco ya bien suena, distorsionada, a través del cacharro:
-Estoy con Louis y Harry. No sabemos qué hacer, y estos dos... ¡Ay!- suelta entonces-. Bueno, están haciendo una guerra de almohadas. Os digo que voy a acabar machacada como no me rescate alguien con un plan.
Soltamos una carcajada.
-Vale, vale- la tranquiliza Blanca, conteniendo aún la risa-. Podemos ir a dar una vuelta por la ciudad, que hace días que no la veo.
-Es verdad... Ay, que pereza- suspira Melissa.
-¿El qué te da pereza?- inquiere Clara.
-Las clases... empiezan el lunes. Es decir pasado mañana.
-¿Te has apuntado al final?- pregunto yo, interesada. Yo y Blanca no tenemos clases, por nuestro trabajo.
-Sí. Además, podré entregar las entrevistas que hice durante el tour. Eso me servirá a cambio de los exámenes iniciales. Ya los habéis tenido, ¿no?- se dirige a Clara.
-Sí. Los hicimos online- asiente esta.
Suena un golpe sordo a través del móvil, y Meli suelta una sarta de palabrotas dirigidas a los chicos que la incordian.
-Bueno, nos vemos en unos minutos ante el hospital. Espero llegar entera.
-Adios- respondemos, y Meli cuelga.

Narra Noelia
Me fui del hotel en cuanto me levanté, y ahora estoy sentada en un parque tranquilo y aislado, leyendo un libro. Necesito relajarme un poco. Hace una brisa agradable y el sol me calienta la piel. No hay nadie más en el parque, ni niños revoltosos ni ancianos cansados. Sonrío y miro hacia el cielo. Hay pocas nubes, y está completamente azul. Bajo la mirada al cabo de unos segundos, porque la luz hiere mis ojos. Entonces suena mi móvil. Estoy a punto de no cogerlo, pero el repetitivo pitido acaba venciéndome, porque no lo soporto. Gruño y miro la pantalla. Mi humor cambia al leer el nombre que brilla en ella: Niall.
Noto cómo los latidos de mi corazón se aceleran y se intensifican, y pronto los siento en cada fibra de mi ser. La sangre me zumba ligeramente en los oídos mientras a mi mente vuelven las imágenes del día en el que me caí al río con Niall. Mis dedos aprietan el botón verde del móvil casi con desesperación. Temo que Niall oiga mis temblores nerviosos a través de la línea. Sonrío al oír su voz:
-Noe, ¿tienes algo que hacer?
Unas mariposas nacen en mi estómago. Consigo responder, con voz entrecortada:
-No, nada. ¿Por qué?
-¿Te apetece que demos una vuelta?
-¿Puedes sin que te ataque medio mundo?- inquiero, enarcando una ceja.
-Sé camuflarme- replica él. Me río un poco, porque de pronto me imagino a Niall en forma de camaleón-. ¿De qué te ríes?
-De nada, de nada. Claro que me apetece verte... ¿dónde nos vemos? ¿Ahora mismo?- creo que mi voz suena claramente ansiosa, pero ya no me importa mucho.
-Puedo pasar a por tí, si me dices dónde estás. Te invito a algo y vamos a mi hotel, por ejemplo...
-No- corto.
-¿No?- suena desilusionado y sorprendido.
-No te dejo invitarme a nada, pero claro que voy, tonto.
Empiezo a reírme de su ingenuidad, y casi puedo ver cómo arruga la nariz.
-Ya veremos. Anda, dime tu paradero.
-Le digo como puedo cómo llegar hasta el parque, y él me asegura que en seguida llegará.
Intento volver al libro, pero por mi cabeza rondan demasiadas ideas fantásticas, infantiles y estúpidas sobre Niall y yo.
-¡Ay Noe, por dios! ¡Lo del río fue un accidente!- me grito a mí, misma, frustrada.
«¿Estás segura?» me susurra una voz en la mente, pícara. Agito la mano, como si pudiese apartarla como a las moscas.
Narra Melissa
Me cuesta contener la risa cada vez que miro a mis dos acompañantes; Louis se ha puesto unas gafas de mentira y una gorra que le tapa media cara y le da aspecto de mafioso. Además, se ha metido ropa bajo la camiseta, para simular una panza. Harry se ha pegado una barba postiza y un bigote a juego, y lleva un bastón en la mano. No sé qué mosca les ha picado, pero estoy segura de que no se disfrazan tanto cuando salen normalmente. Al menos no les reconocerán.
Hemos cogido el coche rojo de Harry, y él me ha ordenado que conduzca, porque dice que un abuelo tan viejo no debe hacerlo. He puesto los ojos en blanco al oír semejante tontería, pero he cedido.
-Las otras no os reconocen en la vida- repito por enésima vez, mientras ambos payasos se pegan tortas en los asientos traseros.
-Mejor- repone Louis.
-¿De verdad vais a ir así por la calle?- inquiero, mientras giro el volante para torcer una esquina.
-¡Claro!- responden al unísono.
-¿Qué pasa? ¿Te da vergüenza?- trata de picarme Louis, pero no muerdo el anzuelo.
-Para nada. Pero me gustaría tener la sensación de acompañar a dos jóvenes, y no a dos locos- gruño.
No dicen nada. Y yo tampoco digo nada más hasta que llegamos al hospital. No les permito que me acompañen a buscar a mis amigas, porque no quiero ser el payaso del complejo.
Cuando pregunto por mis amigas a la recepcionista me indica con la mano una sala contigua al vestíbulo. Le doy las gracias y entro.
-¡Ya estoy aquí!- digo, a modo de saludo. Clara corre a abrazarme, y yo le devuelvo el abrazo de buena gana-. Chicas, os advierto de que los dos locos que llevo en el coche están disfrazados de forma ridícula para camuflarse, según ellos.
El resto se ríe.
-¿No es eso lo que más nos gusta de ellos? ¿Que son ellos mismos todo el tiempo?- apunta Lucía.
-Es verdad. Dios, no me creo todavía del todo que sean nuestros... ¿amigos?- suspira Blanca.
-Yo creo que sí que podemos llamarles amigos- sonrío, y salimos de la sala.
-Oye...- vacila entonces Blanca, parándose en seco- debería esconder un poco mi identidad, o armaré un revuelo tremendo.
-Ponte algo discreto, no como los otros, por favor.
-Tranquila, no pretendo asustar a medio barrio- repone mi amiga, guiñando un ojo.
Se pone unas gafas de sol y una gorra de skate y andamos hasta el coche.
Cuando nos hemos sentado como podemos arranco el motor y nos dirigimos al Starbucks

al que quiere ir Harry. Me siento muy bien, como en un sueño, casi como si flotara. Al igual que a Blanca, me cuesta asimilar del todo nuestra situación. Tengo el presentimiento de que hoy no se me borrará la sonrisa.

Hi guys:)
Buueno, he tardado mucho en subir, pero es que no he podido escribir... aquí os dejo el capítulo. Veo que hay lectores, pero nunca me dejáis comentarios. Quiero ver alguno, en serio... Os recuerdo que podéis comentar sin tener cuenta. Tenéis que ir al final de la página, buscar donde pone el número de comentarios o "ningún comentario" y darle a eso. Os aparecerán los comentarios y un espacio para poner el vuestro
¿Qué opináis del problema entre Perrie, Blanca y Zayn? ¿Y de María y Liam? ¿Creéis que María se recuperará? ¿Y lo de Niall y Noe, saldrá adelante?
En el próximo capítulo saldrá la "cita" de estos dos últimos, y la desastrosa y revuelta tarde de Louis, Harry, Melissa, Lucía, Clara y Blanca. Puede que pase algo más... 
Besos, y gracias por leer.
Blanca

viernes, 6 de diciembre de 2013

Capítulo 24

Lo primero que veo cuando vuelvo a abrir el móvil, tras el aterrizaje en el aeropuerto de Barajas, es que tengo al menos diez llamadas perdidas; cinco son de Noelia, tres de Liam y dos de Harry.
¿Qué pasa? ¿Por qué me llaman tanto?
Me paro al ver el mensaje que me ha mandado Noe. Lo abro, con el corazón palpitando descontrolado. Es corto, pero basta para darme una puñalada fuerte y dolorosa en las entrañas. Me paro en seco, junto a la salida de la terminal del aeropuerto. George, que camina junto a mí, me mira, frunciendo el ceño.
-¿Estás bien?
Las palabras María ha tenido un accidente rebotan en mi cabeza, clavándose como púas en mi mente, y extendiendo una mezcla de rabia, angustia y nervios por mi cuerpo, que se ha tensado.
Trato de decirme que todo está bien, que está en el hospital, que se recuperará. Pero siempre le he tenido miedo a la muerte, y casi más a la pérdida de un ser querido. Mi garganta está seca y mis cuerdas vocales paralizadas, por lo que no consigo responder a la pregunta de George. Miro al suelo, pero no lo veo. Sólo veo el rostro inmóvil de mi amiga yaciendo sobre una almohada inmaculadamente blanca, rodeada de tubos. Mi mente imagina lo improbable, imagina que la pierdo, que se sume en la oscuridad para siempre.
¿Cómo sé que es tan improbable? No me han dicho en qué estado se encuentra, no me han dicho nada.
Mis pensamientos se enredan, y me mareo. El brazo de mi mánager me sujeta, para evitar que caiga al suelo.
-Blanca, ¿qué te pasa? ¿Ocurre algo...?
Me suelto, y salgo corriendo. La gente protesta cuando la empujo, mis guardaespaldas y el resto del equipo está desconcertado. Pero, a pesar de sus intentos por atraparme, no consiguen sujetarme. Parte de mi cerebro oye los gritos de los fans, pero no tengo intención de hacerles caso alguno. Los chillidos, que normalmente me perforan los oídos, resultan lejanos e irreales, amortiguados por una pared insonorizada que no funciona del todo.
Sé que no debo hacer esto, que está muy mal, pero no puedo parar.
Paro un taxi, me monto, reviso el único dato que me ha dado Noe, a parte de la noticia: el hospital en el que está ingresada mi amiga.
Le digo la dirección al taxista, y debo de sonar muy angustiada, porque me mira, preocupado. Por suerte, es un señor mayor, y no parece reconocerme.
Creo que le pido varias veces que acelere, porque me responde en un tono de voz que suena al mismo que los adultos suelen usar con los niños pequeños: ¡No es posible! No se deben pasar los límites de velocidad, están para algo...
Cuando la puerta se abre, casi olvido pagarle lo debido, y salgo disparada al exterior.
Los contornos del hospital se mezclan, en un torbellino pálido. Avanzo hacia la única abertura que veo con claridad: la puerta de entrada.
Cuando estoy a punto de atravesarla, una mano me detiene. Me intento zafar del agarre, casi desesperada, hasta que mi captor habla:
-Blanca, Blanca, tranquilízate, vuelve. Estoy aquí- es Clara.
Parpadeo, y la figura se hace nítida. Nuestros ojos se encuentran, y recupero la voz, así, de pronto.
-¿Qué le ha pasado? ¿Está muy mal? Oh, Dios, no es justo...
Mi amiga me hace un gesto con la mano.
-Está inconsciente. No nos han confirmado exactamente su estado. Creo que no lo quieren hacer público todavía; puede que no estén seguros.
Respiro hondo.
-¿Cuándo?
-Eso lo sabe Noe. Yo estaba con Harry, cuando me llamó, contándome la noticia. Pero no le hemos preguntado todavía. Blanca, por favor, tranquila. No se va a morir.
Me abraza, hasta que me relajo un tanto. Mi cabeza, que parecía estar en el centro de un tifón, vuelve a su sitio, y me siento mucho mejor. Al final, me separo de ella y digo:
-Ya estoy mejor. Supongo que he exagerado un tanto, ¿no?- me mira, con una media sonrisa, pero no dice nada-. ¿Dónde está Zayn?- la pregunta brota de mis labios antes de que pueda pensar en lo que voy a decir, antes de que pueda detenerme. La expresión de Clara se vuelve divertida.
-¿Zayn? Ah, se ha ido.
-¿No le interesa? Ah, claro, él nunca...- bufo, enfadada de pronto.
-Oh, no. Vino, y muy rápido. Creo que estaba con Perrie cuando Noe le llamó. Creo que a Perrie le molestó la interrupción- oír eso me produce una siniestra satisfacción, aunque sé que está mal que me sienta así-. Pero se tuvo que ir. Sigue... ¿cómo decirlo? Callado, taciturno, casi triste.
¿Triste? Me pregunto por qué podría estar triste Zayn. Parte de mí desea ardientemente hablar con él, ayudarle, servirle de apoyo. Siento el mismo sentimiento que sentía antes cada vez que en las noticias, o en Twitter, decían que uno de los cinco estaba mal. Aunque tal vez la sensación sea diferente, porque les conozco.
Son mis amigos, ¿o no? Por una parte, esa idea sigue pareciéndome absurda, irreal.
-Bueno, ¿puedo ver a María?
Clara vacila.
-No nos dejan ahora. Dicen que necesita tranquilidad total- al ver que cruzo los brazos, añade-: a mí también me gustaría verla. No nos han dejado a ninguna.
Hay un silencio, que es interrumpido por las vibraciones de mi móvil, en el bolsillo de mi chaqueta vaquera.
El nombre de mi mánager brilla en la pantalla: George.
Suspiro, recordando de pronto mi precipitada huida del aeropuerto; George no debe de estar muy contento conmigo ahora mismo.
-Cógelo, venga- me insta Clara.
Le respondo con una mueca, y el móvil deja de vibrar en la palma de mi mano.
-No sé- murmuro.
-¿Por qué? ¿Ha pasado algo?
-Bueno- tuerzo la boca y suelto un gruñido, antes de proseguir-: digamos que salí volando del aeropuerto.
-¿A qué te refieres?
-Cuando vi el mensaje sobre lo de María... me descontrolé. Salí corriendo, sin permiso. Creo que a George no le hizo gracia.
-¿Te escapaste de tu propio equipo?- inquiere Clara, escéptica.
-Sí- repongo.
-Rebelde...- comenta, divertida-. De todas formas, no vas a estar sin contactar con ellos toda la eternidad, así que soluciona ya las cosas.
-Supongo que debería hacerlo.
-Sí, debes.
Como siguiendo el hilo de nuestra conversación, mi móvil vuelve a sonar. Le hago un gesto a mi amiga, y me alejo un poco, para poder hablar tranquilamente.

-¿En qué demonios estabas pensando?- estalla George, antes de saludar siquiera.
No sé qué decir, pero bufo, para que sepa que sigo escuchando, que no he colgado.
-Cielos, niña- me llama así cuando está enfadado, a pesar de que sabe que lo detesto-. No puedes hacer ese tipo de cosas. No es sólo por la educación; también es por tu seguridad, los horarios, tu imagen pública...
Sigue citando una serie de razones, cada una más estúpida que la anterior, y dejo de escucharle, para pensar en lo que voy a decir, porque no puedo quedarme callada para siempre. La única razón que me llevó a hacer lo que hice fue el repentino miedo por mi amiga, y no creo que eso le baste a George; me soltaría un discurso sobre mi trabajo, mis prioridades, sobre la imagen que debo mostrar al mundo... y otras muchas cosas que no me apetece nada escuchar.
-Lo siento- es lo único que se me ocurre, y sé que sueno como una estúpida.
-Ya- gruñe él-. ¿Lo siento? ¿En serio?
-Sí- repongo incómoda-. ¿Qué quieres que diga?
-¡Cielos!- suelta-. Dame una buena razón.
-¡George! Mi trabajo no elimina mis reacciones espontáneas. Siento cosas, tengo una mente que...- comienzo a irritarme.
-No te llamo máquina, ni robot, Blanca...
-También tengo intimidad- corto, enfadada.
-Nunca te la he pretendido arrebatar.
-Ahora lo haces. Tengo mis razones. Actué mal, sí. Lo siento, ¿de acuerdo? Pero no tengo que darte unas razones que me pertenecen.
No dice nada, y reprimo el impulso de colgar en el instante.
-Está bien...- suspira al fin- pero el caso es que tu equipaje...
-Puedo ir a organizar mis cosas. Voy para allá ahora mismo.
-Hasta luego, entonces- responde, en tono seco.
Cuelgo, apretando con mucha fuerza la pantalla. Sobre ella aparecen unas manchas, signo de que el gel que contiene se ha alterado por la presión de mi dedo.
Le digo a Clara lo que voy a hacer, y que no tardaré en volver, y luego cojo un taxi.

Veinte minutos más tarde cargo con las maletas, entre la multitud de fans congregada ante mi hotel. A veces, me sorprende la rapidez con la averiguan mi paradero. Dado que este es el mismo hotel de la vez anterior, muchos de ellos se habrán arriesgado a probar suerte. Y la tienen, aunque no toda la que podrían haber tenido: George está enfadado todavía, y me ha prohibido firmar y conocer a los fans.
Aún así, y a pesar de mi propia irritación, aprovecho los instantes en los que los guardias no prestan atención a mis movimientos para firmar un par de autógrafos. También ofrezco sonrisas, a pesar de que me cuesta esbozarlas.
No pierdo más tiempo; en cuanto he dejado todo el equipaje en mi cuarto y me he cambiado de ropa- aunque no estuviera sucia, sentía la necesidad de cambiarme-, salgo del edificio para regresar al hotel. Lo hago por una puerta trasera más pequeña, y en la que no hay gente esperándome.

Encuentro al resto- Liam, Louis, Harry, Niall, Noe y Clara- en una sala del complejo en la que hay unos mullidos sofás y una mesa baja. De pronto, me pregunto dónde estarán Lucía y Melissa; venían conmigo, y no sé que hicieron tras mi huida.
-¡Blanca!- Noe corre a darme un abrazo, y la siguen Harry, Liam y Louis.
Niall sonríe, me da una palmada amistosa en el hombro y me revuelve el pelo. Detrás, Noe pone una expresión curiosa.
-¿Y Meli?- pregunta Louis entonces, con una leve decepción en su voz.
-Ni idea... ha habido un pequeño incidente... y no sé dónde está ni ella ni Lucía- suelto una breve carcajada-. ¿Y Brett?
-Brett está con su familia ahora mismo; hacía mucho que no se veían- responde Harry, encogiéndose de hombros.
-¿Llamamos a Meli y a Lucía?- pregunta Clara, y ninguno objeta nada.
Meli no responde, pero Lucía sí lo hace, y nos sentamos en círculo sobre el suelo. Cñara activa el altavoz de su móvil.
-¿Diga?- se oye la voz de Lucía, distorsionada, al otra lado de la línea.
-¡Lucía!- Noe y Clara empiezan a hablar atropelladamente, y nadie entiende una sola palabra durante un rato. Me veo obligada a interrumpir su cháchara sin sentido:
-¡Eh, eh! Chicas, una a una, por favor...
Mis amigas se miran. Parecen darse cuenta de lo ridícula que ha resultado la escena, porque estallan en carcajadas. Lucía suspira brevemente, y ríe también.
-¿Está Meli contigo?
-Qué va. Se fue a hacer algo que calificó de importante- responde Lucía-. ¿Dónde fuiste, Blanca?
-Bueno...
Procedemos a contarle lo que le ha sucedido a María. Nos cuesta coordinar los turnos de palabra, pero lo conseguimos. Cuando dejamos de hablar, un silencio pesado cae en la sala.
-Oh...
-Pero se pondrá bien- Louis trata de aligerar el ambiente, aunque su voz no suena demasiado firme.
-¿Y Meli lo sabe?- pregunta mi telonera.
-La endemoniada no contesta al móvil- murmura Noe, pulsando la pantalla de su móvil.
-A lo mejor se ha quedado sin batería- me encojo de hombros.
-O a lo mejor nos evita- repone Louis, burlón.
-Oh, sí, seguro que te evita a ti- le ataca Niall, y todos esbozamos una débil sonrisa. El rubio parece decepcionado, porque su supuesta broma no ha surtido un gran efecto.
Pasamos las siguientes horas jugando a las cartas, primero con la baraja que todos conocen, y luego con la española, que aparece por sorpresa en el bolso de Noe.
Les explicamos las reglas, lo que nos lleva un buen rato, por culpa de las continuas interrupciones de Niall. Noe acaba hartándose de que no deje hablar a Clara, que es la que está explicando, y le da una colleja. A Niall no le da tiempo ni a protestar: mi amiga le calla poniendo su mano sobre la boca de él, y no la aparta.
Esa noche, Clara se queda a dormir en el hospital, los chicos vuelven a sus casas, y yo voy al hotel. Noe duda, antes de decidir que se queda con Clara.
Me encuentro con Lucía, que espera en el cuarto que compartimos. Ambas estamos cansadas, y nos tumbamos en nuestras respectivas camas, con un libro en la mano.
Mis párpados se cierran poco a poco, pero no hago caso; me pasa siempre que leo en la cama.
Me despierto un poco más tarde, aunque no sé si han pasado minutos u horas. Me basta con abrir los ojos un poco para descubrir qué me ha interrumpido el sueño: el libro reposa sobre mi cara, y las esquinas se me clavan en las mejillas.
Hago una mueca, aparto el libro y me vuelvo a dormir. No me cuesta.

Estamos sentadas en los bancos del parque del hospital. El viento transporta el aroma de la lluvia, aunque las nubes no están todavía en el cielo.
No hablamos de nada, en realidad. Simplemente, estamos.
Al cabo de un rato, Clara pone a sonar algo de música, mientras yo me siento cada vez más nerviosa; todavía no hay fans, pero podrían aparecer de un momento a otro.
Mi móvil vibra, y me caigo al suelo, sobresaltada. Lucía y Clara se ríen, y yo arrugo la nariz, frotándome la espalda.
Cuando miro la pantalla, veo que tengo una llamada perdida de Melissa.
Voy a devolverle la llamada, cuando se oye un grito.

Nos ponemos en pie.




Quiero dedicar este capítulo a una de las personas a las que más quiero del mundo. Esa persona es mi amiga Paula, que me ha demostrado estar ahí siempre para todo, y se lo agradezco mucho. Su cumpleaños fue el día tres, y ella me pidió el capítulo 24 como regalo, porque es una de mis lectoras favoritas. Llega un poco tarde, porque no he tenido tiempo de escribirlo antes, pero espero que lo disfrute, que todos lo disfrutéis. Te quiero Paulita<3 Felicidades otra vez.
PD: Gracias por leer<3


sábado, 16 de noviembre de 2013

¡Atención!

Hola, queridos lectores.
Quería avisaros de que he estado revisando los capítulos de esta novela imaginaria que tengo sobre los chicos y, resulta que, entre que he escrito muchos capítulos con el móvil, o que el ordenador no iba bien y se paraba y cambiaba las cosas, he descubierto muchísimos errores. Por eso, he revisado los capítulos un poco por encima- porque son muchos para revisarlos a fondo uno a uno-, los he corregido y los he actualizado. Espero que ahora haya menos erratas. Advierto a todos de que pueden quedar, y que odio tener errores, porque me encanta escribir, y quiero hacerlo siempre bien.
Si os habéis dado cuenta, también el estilo ha cambiado: antes ponía fotos y ahora no. Esto es porque al principio me tomaba las novelas como algo menos serio, pero he decidido que deben tener una calidad mejor, aunque no sea como la de otras cosas que escribo. También está el hecho de que he madurado en mi forma de escribir. Porque escribo y leo mucho, y eso hace que mi forma de narrar evolucione.
Por último, me encantaría recibir algún comentario en algún capítulo. Porque no sé bien quiénes son los lectores de lo que escribo, ni que opinan. Así que, si queréis que siga escribiendo durante mucho tiempo, COMENTAD.
Gracias a todos por leer y por apoyarme,
Blanca

jueves, 14 de noviembre de 2013

Capítulo 23

Narra Harry
La veo bajar corriendo las escaleras. Lleva un jersey fino de color azul, unos vaqueros cortos con mallas negras por debajo y unos botines del mismo color. Se sujeta una boina gris con las manos.
-¡Harry!-una sonrisa le ilumina la cara. Le sonrío de vuelta.
-¿A qué viene la carrera?-pregunto, mientras la acercó a mí para abrazarla-. Se te ha descolocado la boina por completo.
Ríe, y yo le quito el gorro, para peinar su pelo con los dedos. Se queda callada. Sacudo la boina para que recupere su forma y se la coloco en la cabeza.
-Gracias, Harold.
Levanta una mano, con la mirada fija en el hoyuelo que marca mi mejilla. Luego vacila, bajando la mano. Pero se la detengo, subiéndola, presionando mi hoyuelo con su dedo índice.
El rubor le tiñe las mejillas, y baja la mirada. Suspiro; a veces olvido que, hace tan sólo unas semanas, era una más de mis fans. Tendré que tener cuidado, para no confundir sus emociones.
-Bueno, ¿adónde vamos?-inquiere.
-Te iba a llevar al Starbucks y luego a dar una vuelta por algún parque. Para pasar la tarde, nada más. ¿Te parece bien?
Enarca una ceja, y temo haber hecho algo tonto. Pero dice, sonriente:
-Cualquier cosa que tu decidas me parecerá genial.
-Vamos entonces.
Me veo obligado a colocarme otra vez un el gorro y las gafas de sol, para ocultar mi cara y que no e reconozcan. Llevo una camiseta negra de manga larga; si me ven los tatuajes, sabrán que soy yo.
Entramos por la puerta del Starbucks más cercano y nos ponemos en la cola. Veo que Clara saca su monedero. Sonrío.
El camarero es un hombre de unos treinta años, con barba y pelo oscuro, y unas gruesas gafas sobre la nariz. Clara tira de mi hombro, para susurrarme:
-Eh, parece un topo- señala al camarero. Pongo una mueca.
-Eres mala. Bruja- contesto, en el mismo tono, y reímos. Entonces es nuestro turno.
-Un Frapuccino de chocolate blanco- pide mi amiga, mirando con ojos pícaros al hombre “topo”-. Y tú, ¿Ha... Hamlet?- carraspea, para ocultar su vacilación.
¿Hamlet? Vaya nombre.
-Un café helado- digo, cambiando ligeramente la voz.
Tres minutos más tarde nos entregan los pedidos; miro con expresión crítica el nombre escrito en mi vaso: Hamlet.
Cuando nos hemos alejado un poco del local, pego un codazo a Clara. Ella tiene una expresión enfurruñada en el rostro; no le he dejado pagar.
-Señorita, ¿sabes lo ridículo que suena el nombre que me ha dado usted? ¿Hamlet? ¡Puaj!
Estalla en carcajadas.
-No, en serio. ¿No se te podía ocurrir otro?- insisto, intentando parecer ofendido. Clara arquea una ceja.
-Haroldo. Podría haberte llamado a la española, ¿lo prefieres?
-¿Haroldo?- repito-. No puedo creer que mi nombre sea así en español. Suena...
-¿Amorfo? Pero si sólo tiene una letra más que “Harold”- replica.
-Bueno, pero suena amorfo.
Me meto la pajita del café en la boca y tomo un sorbo

Los árboles susurran con el viento que se ha levantado. Las hojas caen sobre nosotros, y una da en la cara de Clara. Se la aparto; la hoja es roja, y ahora lo es también la cara de ella.
-Oh, las hojas se destiñen- bromeo.
-¿Estás borracho?
-Nunca.
-Ya, ya. Siempre.
Cruzo los brazos sobre el pecho, aparentemente indignado. Voy a bromear, pero el sonido de mi móvil me lo impide. Lo cojo. Es Liam. Descuelgo y me lo llevo a la oreja.
-¡Harry!- suena alarmado; ¿qué pasa?-. ¿Dónde estás?
-Con Clara en...
-¿Clara?- repite, entre aliviado y triste-. Pues dile...
-Liam, algo va mal, ¿verdad?
-Sí- contesta, tras una pausa. Miro a Clara, preocupado. Ella se endereza, tensa-. Es María... ella...
-¿María? Liam, habla.
-Llamó Noe- se le rope la voz-. Ha tenido un accidente.
-¿Qué?- casi grito. Me levanto a toda prisa; lo que quedaba de café cae al suelo, pero da igual. Agarro a Clara del brazo y la levanto, con urgencia. Liam ha colgado ya.
-¿Qué ocurre?- pregunta ella.
Trago saliva, tratando de aliviar mi repentinamente seca garganta.
-María. Le ha pasado algo.
Clara se para en seco, dándome un tirón el el brazo que casi me lo descoloca; reprimo un gemido de protesta.
-¿Qué dices? ¿Algo muy malo?
-Bueno, ha dicho Liam que un accidente...
-¿De qué tipo? ¡Harry!, es una de mis mejores amigas, y si...- se le quiebra la voz, y los ojos se le humedecen. Me muerdo la lengua.
-No lo sé.
-¿Dónde está? ¡Oh...!- saca el móvil del bolsillo y marca un número, con los dedos moviéndose a toda prisa por la pantalla táctil.
-¡Noe! Noe, ¿dónde está?
Noelia responde algo que no oigo, y Clara dice:
-Ay, Dios, vamos en seguida.
Guarda el aparato y tira de mí, para hacerme correr.
-Vamos al hospital que hay al lado de la universidad.
Pronto estamos ante el hospital. Es un edificio de tamaño mediano, de paredes blancas como la nieve, perturbadas por una cantidad notable de ventanas; la mayoría, tapadas por lívidas cortinas.
Ante la puerta hay una figura. Cuando nos acercamos, cobra el aspecto de Louis. Levanta la mano a modo de saludo.
-Louis- jadea Clara, a la vez que se lleva una mano al pecho; no sé bien si por la preocupación, la carrera o por ambas razones. Se limpia las manos sudorosas en los vaqueros-. ¿Está muy mal?
Él nos mira, y su semblante habitualmente sonriente está ahora sombrío. Hace un gesto hacia las puertas, que se abren. El ambiente turbio del hospital me golpea. Arrugo la nariz; no me gustan los hospitales, es como si todas las enfermedades que hay ahí dentro penetraran en tu ser.
-Vamos- dice Louis, con voz queda.
Entra, y Clara y yo tras vamos él.

Narra Zayn

Estoy con Perrie en una plaza en el momento en el que Liam me llama.
Me disculpo con un gesto, me alejo un poco y lo cojo.
-Dime Liam.
Sus respiraciones son cortas y angustiadas. Algo va mal, seguro.
-Zayn...- se le quiebra la voz un poco, carraspea y se esfuerza por seguir hablando-. María... ella ha sufrido un accidente- respira hondo, tratando de calmarse, y añade-: Está ingresada en el hospital junto a la universidad en la que estudia.
-No hablas en serio- murmuro.
-Zayn... ojalá no fuese en serio. Pero hablo muy en serio. Si puedes venir...
-¿Si puedo venir? No me lo pidas, voy ahora mismo. Estarán mal las chicas. Y tú...
-Por favor, date prisa- interrumpe. Asiento.
-Bien, voy para allá.
Un silencio incómodo; ninguno de los dos cuelga, por lo que añado:
-Liam, tranquilo. Seguro que no es nada tan grave. Estará bien.
-La verdad es que no sé que ha pasado exactamente. Noe ha empezado a contar cosas que parecían no tener sentido...
-Está bien. En seguida llego.
Le doy al botón rojo, el del teléfono con un círculo surcado por una línea debajo, y me vuelvo hacia Perrie.
-Tenemos un problema- digo. Ella arquea las cejas.
-¿De qué tipo?
-Un accidente. Tengo que irme. Ve a casa y no te preocupes; esto es cosa mía y de mis amigos.
-Tus amigos- repite, entrecerrando los ojos-. Ya veo.
Se de media vuelta. Creo que la he ofendido, por lo que le cojo por el hombro, obligando a sus ojos a mirarme.
-No pienses que estás fuera de mi círculo de amigos. Pero esto es algo más...
-Tranquilo, ya lo entiendo. No pasa nada. Vete ya; te necesitarán- repone, y se zafa de mi agarre.
La veo marcharse. Mentalizo el lugar en el que se sitúa la universidad, y el hospital que hay al lado de ella. Cuando tengo el camino claro, me pongo en marcha.
Mis pasos resultan pesados sobre la acerca, y siento los latidos del corazón en todas partes; la sangre me zumba en los oídos. Blanca se llevará una desagradable sorpresa de bienvenida. A pesar de todo, ese estúpido pensamiento me martillea en la cabeza. No sé si iré a recibirla, o seguiremos peleándonos. No lo sé, pero la idea de tener que estar en su presencia sin llevarnos bien me horroriza; no puedo seguir con esta guerra fría entre nosotros. Necesito su confianza. Necesito su amistad.
Su cariño.
Aunque Perrie no lo ve bien. Desde que la conocí, sentí que quería acercarme a ella. Hay algo en esa chica que me atrae... pero también hay una chispa que enciende mi parte rebelde, que me lleva a atacarla una y otra vez, contra mi voluntad. Y sé que le duele, que yo fui su ídolo una vez, y que soy estúpido. Estúpido por romper sus sueños de confiar en sus ídolos. Estúpido por no darle mi parte buena. Estúpido por no ser capaz de curar la herida que ya le he causado.
Completamente estúpido.
Y, sin embargo, cuando los remordimientos me llevan a intentar hacer que sane... vuelvo a lanzar una estocada.
Noto un nudo en la garganta y aprieto los dientes y el paso, tratando de concentrarme en el presente y no en mis líos sentimentales y mentales.
Acabo corriendo por las calles, haciendo que el sudor florezca sobre mi piel, gastando mi aliento, por no respirar debidamente.

Cuando llego al patio del hospital, no me queda casi aire. Me paro un segundo, respiro hondo y franqueo las puertas de entrada, que se cierran a mis espaldas, atrapándome en esta cárcel depresiva y opresiva.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Capítulo 22

Narra Zayn
Las conversaciones con Blanca me rondan por la cabeza, todas a la vez, creando confusión en mi cabeza. Es como tener miles de Blancas y yos ahí dentro, incordiando.
-No te echo de menos- murmuro, para el aire, o las paredes, como si fueran Blanca.
Pero sus ojos vuelven a mi mente; noto las vibraciones de emoción cuando nos conoció; el sonido de su voz en los conciertos se transforma en el zumbido de mi sangre. Noto los latidos del corazón en los oídos; va lento y rápido a la vez.
«No, no te echo de...».
El pitido del móvil me hace abrir los ojos, y la imagen de Blanca impresa en mis párpados se difumina lentamente.
En la pantalla leo que tengo dos mensajes, de dos nombres:
Perrie, mi novia.
Y Clara; su mensaje empieza con la palabra “Blanca”.
Me pellizco el vello de la nuca, y me repito:
«No te cae bien, no te cae bien...».
Voy a abrir el mensaje de Perrie, pero me encuentro leyendo el de Clara:
Blanca actúa hoy en Barcelona. Es el último concierto. Vendrá a Londres mañana, pero veremos si se queda. Nosotras tenemos que estudiar para los primeros exámenes, así que no podremos recibirla...”
Luego lo cierro y abro el de Perrie, que dice:
Ya habéis vuelto del campo, ¿no? Nos vemos en media hora, ¿te parece? Paso a por ti”.
Reacciono en seguida, y me doy cuenta de que sigo en pijama; ayer fuimos a una fiesta, y he dormido hasta tarde hoy.
Me pongo unos vaqueros ajustados rotos por las rodillas, una camiseta del mismo color y una gorra de skate. Froto mis ojos, para sacudirme esta sensación de pereza de encima, y me cepillo el pelo, retocándolo con algo de gomina.
Como noto los párpados pesados sobre mis globos oculares, decido que lo mejor será prepararme un café, a ver si el día se despeja un poco.
Dicho y hecho; bajo a la cocina, saco el café y preparo la cafetera. Me siento en una silla a esperar, con la mente revuelta. Mis ojos se van cerrando poco a poco...
-¡Zayn! ¡Dejame en paz!- Blanca está más dolida que enfadada, y su voz resulta increíblemente chillona y aguda; me perfora los oídos de forma desagradable...
Sacudo la cabeza y parpadeo. No hay ninguna Blanca aquí; me había quedado medio dormido. Y resulta que lo que parecía una voz demasiado chillona es el timbre, que no deja de sonar.
-¿Qué?- entonces recuerdo-. ¡Ah, Perrie!
Me levanto, la silla cae al suelo, y llego hasta la puerta de mi piso. La abro, y me encuentro con una Perrie que parece frustrada.
-¡Ah! Creía ya que te había ido... De verdad, Zayn, ¿estás un poco sordo?
-Me había quedado dormido, lo siento- me rasco la cabeza, extrañamente incómodo. Ella se acerca, creo que con la intención de besarme, pero, por algún motivo que desconozco, siento la necesidad de apartarme.
.¡Dios, el café!- acabo de reparar en el olor a quemado que inunda el piso, y, a la vez, que ha servido para evitar el beso con mi novia. Una voz en mi cabeza susurra: ¿Qué te pasa, Zayn?
-Zayn, ¿qué te pasa?- dice Perrie, frunciendo el ceño, a la vez que me mira, buscando encontrarse con mi mirada-. Estás... raro.
Me encojo de hombros; yo tampoco sé bien qué me pasa.
Al entrar en la cocina, dando traspiés, y abrir la cafetera, tuerzo el gesto: está muy quemado. Como un tonto, sirvo una taza, y me la llevo a los labios.
-¡Puaj!- escupo todo el café, y la taza también cae al suelo. El ruido hace que Perrie pegue un brinco.
-Oye, si sabías que está quemado,¿por qué diablos lo tomas?-bufa mi novia, casi riendo.
-Y yo qué se.

Narra Blanca

El cielo de Barcelona capital está nublado, y el brillo del sol es una luz moribunda. Melissa, a mi lado, carraspea, y bajo la mirada de las nubes, de color gris plomizo.
-Hoy es el último show- comenta.
-Sí, la verdad es que me da un poco de pena. Aunque me apetece volver a estar con los chicos- respondo, asintiendo.
-¿Irás a Londres?
-Por supuesto.
Lucía, que está de pie a nuestro lado, interviene, alzando una ceja:
-¿Te dejarán?
-Siempre con eso- repongo, bufando-. No son mis padres; puedo instalarme en donde quiera.
-Mira la rebelde- sonríe Meli, y Lucía ríe con ganas.
-Oh, sí, soy terriblemente rebelde por tener derechos- digo, con ironía, aunque una sonrisa tironea de mis labios.
-En fin, lo hablarás con George, ¿no? Para que lo sepa y lo tenga en cuenta- Lucía enrolla y desenrolla un mechón de su pelo.
-Claro, tengo que hacerlo.
-Las fans españolas se llevarán un disgusto- Melissa me pasa un brazo por los hombros-. ¿Las abandonas?
-Ya me verán. Tampoco será para siempre, tranquila. ¿Vosotras qué haréis?
-Bueno, como el curso ya ha empezado, no creo que importe mucho el lugar en el que estudie, ¿no? Y no os libraréis de mí así como así.
Miramos a Lucía, que vacila.
-No sé lo que haré, ya que depende del siguiente contrato de telonera- suspira.
Esbozo una sonrisa.
-Hablaremos con George de eso también- aseguro, y su rostro se ilumina-. No voy a dejar ir a una telonera tan genial, ¿no?
-Y amiga- añade Meli.
Lucía pega un salto, y la abrazo, riendo. Melissa no tarda en unirse a nosotras.
-¿Cuando vas a convocar al señor George para que acuda a tu presencia?- pregunta Lucía, con voz teatral. Cuando Meli suelta una carcajada, ella le pega un codazo, y protesta-: Pero que es algo muy serio.
-Lucía, ¿quieres un consejo?- repone Meli, guiñando un ojo.
-Venga, dígame señora Melo.
-No intentes ser abogada ni mayordomo, cariño, que harás el payaso.
-Oh, que ofensa, por favor. No me hables- se cruza de brazos, intentando parecer ofendida.
-Ni actriz- intervengo.
-¡Protesto! Me insultan-empieza a reírse, y acaba contagiándonos la risa.

Narra Clara

-¡Clara! Dile ya que te gusta. Confiesa- exclama María, alzando los brazos.
-No sé de qué me hablas- repongo.
-Tonta.
Estamos en un parque de la ciudad. Supuestamente, hemos venido a estudiar, pero con María no hay manera; no hace más que intentar sacar una pareja de mí y de Harry.
-Tía, aunque me gustara, a él no le intereso nada- repongo, sacudiendo la cabeza.
Los papeles están tirados sobre las mochilas, en el césped.
-¡Anda que no!
-No vuelvo a quedar para estudiar contigo- le espeto, aunque con poca seriedad.
-No cambies de tema.
-¡Tú has cambiado de tema! Veníamos a estudiar.
-Ya, ya... era una excusa.
-Ya lo veo, ya.
Me pregunta durante media hora más sobre cosas a las que no voy a responder, básicamente, porque son estúpidas. Al final, le digo que si no se calla le diré a Liam que le odia, y cierra la boca. Arqueo una ceja; acabo de hacerla callar con una estupidez.
Por fin, conseguimos empezar a estudiar. Nos preguntamos el temario, y pronto descubro que María no se sabe casi nada.
-Pero si sólo es un pequeño examen inicial, María. ¿Cómo piensas continuar estudiando?
El examen es de literatura, una de las pocas clases en las que estamos juntas, ya que yo estoy en Biología, y ella en Periodismo.
Justo cuando empieza a avanzar, su móvil suena, y tira los papeles en el suelo, a la vez que se lleva el aparato a la oreja.
-¡Liam!- exclama, sonriente. Pongo los ojos en blanco. Luego frunce el ceño, y me pasa el móvil-. Es Harold, para ti.
-¿Harry?- pregunto, por comodidad; ya sé que es él.
-Clara, me preguntaba si querrías venirte conmigo. Viene mi hermana. Así te la presento, ¿no?- se interrumpe, y añade-: ¿O estás muy ocupada?
-¿Ocupada? ¿Cómo iba a estarlo?- las palabras salen de mi boca, solas; María me mira, burlona-. Nos vemos ante mi casa en media hora, ¿vale?
-Genial, nos vemos. Un beso.
Cuelga, y una sonrisa tonta queda prendida en mi cara. No desaparece hasta que mi amiga sacude las manos ante mí.
-Tierra a Clara. ¿Que no estás ocupada?- bufa-. ¿No había que estudiar?
-Ya me lo sé- hago un gesto con la mano, quitando importancia al asunto-. Tú estudia, si quieres aprobar. ¡Adiós!

Me levanto de un salto, y me voy a paso ligero hacia casa, todavía sonriente.

domingo, 13 de octubre de 2013

Capítulo 21

You are brighter,
you are stronger,
you have never been alone.
You are brighter,
you are stronger,
and I believe in you.
You are brighter,
you are stronger,
and you can face it at all,
oh you can make it all better again.

Las últimas palabras salen de mi boca, y el público parisino estalla en gritos. Sonrío, me aclaro la garganta y me vuelvo a colocar el micrófono ante la boca, para despedirme. Recuerdo rápidamente un par de palabras en francés y pido silencio alzando una mano.
-Merci Paris- tomo aire y sigo, en inglés-:Habéis estado increíbles. Puede que me hayáis notado algo... desilusionada o cansada. Pues... es por problemas personales. Tengo que agradeceros la alegría y la ilusión que habéis demostrado en el show de esta noche y que me ha hecho sentir mejor. Espero que nos veamos pronto otra vez- me vuelvo hacia la izquierda, donde está Lucía, un poco insegura, y camino hacia ella-. Espero que también apreciéis a Lucía, porque yo lo hago de verdad; además de ser una telonera excepcional, es una buena amiga y siempre un gran apoyo.
-Vaya, no me digas esto aquí- interviene ella, un poco ruborizada, pero contenta-, que me halagas- se ríe y se vuelve hacia el público-. Muchas gracias a todos. Ir de gira con Blanca ha sido lo mejor que me ha pasado. Y, por supuesto, me encanta la fandom de la que todos formáis parte, y quiero daros las gracias por el apoyo y el recibimiento que siempre me dais.
-Me da pena irme, por supuesto, pero ya sabéis que ningún concierto puede ser eterno, aunque queramos. Así que espero que hayáis disfrutado tanto como yo y os quiero decir que os quiero y os debo mucho a todos. Que no pienso en vosotros como un mar de fans, si no como muchas personas geniales, luchadoras y distintas, y quiero que sepáis que os mando amor a todos y cada uno de vosotros. Ojalá pudiese conoceros a todos y daros las gracias como debo, pero es algo imposible, así que espero que cada uno de los que estáis ahí, o en cualquier punta del mundo, sepáis que no puedo estar más agradecida. Gracias otra vez.
De nuevo, el estadio se llena con los gritos de las fans, y una sensación de enorme alegría me recorre cada nervio del cuerpo. Los focos se apagan poco a poco, y Lucía y yo nos dirigimos a las plataformas de salida.
Cuando ya sólo mi cabeza asoma por el hueco, grito al micrófono un último Merci.
La luz del backstage me recibe, trémula y sin vitalidad ni ánimo, lo que contrasta con las alegres luces del escenario. Mi estilista y mi manager sonríen, y yo les devuelvo la sonrisa.
-Lo haces cada día mejor- dice ella, mirándome con cariño.
-Supongo que maduro en este trabajo- me encojo de hombros, mientras me quito la chaqueta de cuero rojo que llevo puesta.
-Y la verdad, no podríamos haber hecho mejor elección con el telonero, ¿verdad?- añade George, dándole a Lucía unas palmadas en la espalda.
-Tienes razón- abrazo a mi amiga, y mi manager ríe.
-Y tú que te enfadaste por elegirla sin tu opinión.
-Es verdad que deberíais haber hablado conmigo. Suerte que salió tan bien- miro a mi alrededor-. ¿Y Meli?
-Se fue, porque...
-Porque le echaste- interviene Carla, sacudiendo su bucles marrones, acabados en mechas rosas.
-¿La echaste?
-Blanca, dijimos que podía venir, pero hoy había que organizar cosas- repone George, serio.
-Ah, da igual. ¿Podemos ir al hotel ya?
-Claro, pero recuerda que tendrás que atender al mar de fans de fuera- ríe Lucía, guiñando un ojo.
-¿Es algo nuevo?
-Supongo que no.
Nos montamos en el coche de cristales negros y nos dirigimos al hotel, situado cerca de la torre Eiffel.
Puedo ver en seguida el mogollón de gente ante las puertas del edificio, aguardando mi llegada. Alcanzo mi chaqueta y me la pongo, porque hace fresco, y luego salgo al exterior, tras los guardias.
-¡Ahí! Corred- grita una, en francés, y los guardias se ponen en guardia para frenar el mar de fans. Sonrío.
-Déjame saludarlas- le digo a uno en bajo. Él me mira, dudando, y luego mira a George, que asiente.
-Cuando lleguemos a las puertas; ya sabes de lo que son capaces en grupos.
-Oh, por favor, que no me van a atacar- replico, suspirando, y saludando con la mano a las chicas que se acumulan tras el círculo de guardaespaldas.
-Yo no estaría tan seguro de que no van a atacar- replica otro guardaespaldas, y sacudo la cabeza, exasperada.
Lucía está un poco más atrás, y varias fans han aprovechado que cerca suyo sólo hay un guardaespaldas para conocerla. Mi amiga reparte autógrafos y sostiene cámaras y móviles, algo insegura. Sonrío de nuevo; tiene que acostumbrarse un poco.
Por fin me dejan saludar a los fans un rato, que se empujan unos a otros para tener su oportunidad. Los guardias se esfuerzan por mantener un número controlable de fans a mi alrededor.
Casi diez minutos más tarde, me tiro sobre la cama de mi cuarto. Lucía se apoya en el hueco de la puerta y sonríe.
-Cansan, ¿eh?
-Bueno, es tarde- repongo. Entonces mi móvil empieza a sonar, y me lo llevo a la oreja.
-¡Blanca!- la voz alegre de Clara me saca una sonrisa-.¿Qué tal si haces una llamadita por Skype ahora?
-Hecho- alcanzo mi portátil, lo saco de la funda y lo enciendo. Luego indico con un gesto a Lucía que se acerque y se sienta junto a mí en la cama.
En la pantalla aparece la imagen de una sonriente Clara, y tras ella están Harry, Niall y Noe; un poco más lejos veo a Louis tumbado en un sofá.
-¿Dónde estáis?- pregunto, y ellos ríen.
-En casa de un tío de Louis- responde Noe-. ¿Tú?
-En París, acabo de llegar al hotel del Show.
-¿Ha ido bien?
-Genial, cada día me alegro más de este trabajo; los fans son increíbles.
-¿Verdad?-Liam aparece por un lado, con María al lado-. Son la mejor parte.
-¿Nos incluyes en los fans?- pregunta Lucía, con curiosidad.
-Yo creo que sois algo más. Amigas, ¿no? ¿O preferís fans?
-Amigas- decimos todas al unísono, y los chicos sonríen.
-Pero yo sigo preguntándome... ¿cómo es posible todo esto?- María suspira y mira de reojo a Liam, lo que me pica la curiosidad.
Nos cuentan qué han estado haciendo, y a cada palabra les echo más de menos, pero todavía tengo que terminar el Tour.
Finalmente, ante la pantalla sólo quedo yo; Lucía se ha ido a dormir ya, y Meli no ha aparecido. Clara se va con Harry a buscar algo a la cocina, y Liam se queda solo. Me mira con seriedad.
-¿Qué os pasa?
Sé que se refiere a Zayn y a mí, pero siento la necesidad de preguntar:
-¿A quién?
-Lo sabes. No entiendo por qué no os habláis, por qué discutís, por qué os tratáis así, tan mal. Creía que le querías.
-Es mi ídolo- luego dudo-. Bueno, o lo fue... Oh, ya no sé ni como consideraros; si como amigos o como ídolos...
-Eso no importa. De ambas maneras le querrías, ¿verdad?
-Sí. No sé Liam... me imagino cosas... juzgo su comportamiento...
-Se siente mal.
-¿Por mi culpa?
-Tampoco está muy bien ahora con Perrie, que digamos.
-Por mi culpa- repito, esta vez como afirmación.
-Te llamó...
-¡Le pediste tu que me llamara!- replico, y me muerdo el labio, para contener las lágrimas.
-Porque necesitaba ese impulso. Pero él quería hacer algo, arreglar lo que fuera que te hizo...
-Y yo lo estropeé.
-Por lo visto, sí.
Hundo la cabeza entre las manos, y me froto los ojos, que comienzan a estar peligrosamente húmedos.
-Pero yo... tenía la sensación de que...
-¿Liam- interviene una voz, y Liam se gira. Zayn está detrás, mirándolo, con la cabeza baja.
-Dime.
Zayn echa un breve vistazo a la pantalla, y me siento incómoda y mal, por lo que aparto al mirada, a la vez que lo hace él.
-Nada- hace una pausa-. Vamos a salir a las fiestas del pueblo a cenar.

Narra Noelia

Niall suelta la enésima tontería de esta noche, mientras coge otro pincho de carne y lo observa con aire travieso.
Me voy a apartar... pero la carne ya me ha dado de lleno en la cara, llenándome de la salsa que lleva.
-¡Maldito rubio!- exclamo, mientras recojo el pincho del suelo y salgo tras Niall, que ya huye de mí.
Lo alcanzo junto a un puente iluminado por la luna y las luces de la fiesta. Está de pie al borde del agua, y la contempla; las luces perfilan su rostro, que parece aún más bonito así. Me quedo embobada mirando las curvas de su rostro, y me detengo en la boca; tiene los labios entreabiertos y jadea un poco por la carrera. Cuando cierra la boca bruscamente, vuelvo a la realidad y recuerdo la guerra que acabamos de iniciar; me acerco sigilosamente, con intención de estamparle el pincho de carne en la nuca...
-Es bonito- murmura él.
-¿Qué?
-La luna, el reflejo en el agua. Me mira, y repara en el pincho de carne que sujeto con la mano. Tuerce la boca-. Venga ya, esto es en serio. Era una bromita.
-Una bromita que te voy a devolver- me lanzo hacia él y salto, a la vez que le estampo la carne en la nuca.
Pierde el equilibrio, y ambos acabamos en el agua del riachuelo, uno tendido junto al otro.
-Ah, no, eso es abuso. Yo sólo te he estampado la carne.
-De abuso nada, ¿no ves que estoy yo también empapada? Estamos en paz.
Me saca la lengua, y luego se incorpora, poniendo sus rodillas sobre mis piernas y mirándome a los ojos.
Mi respiración se vuelve entrecortada al sentir su cuerpo sobre el mío, y agradezco que la luz lunar tape el rubor que sé que han adquirido mis mejillas.
Pero entonces él empieza a hacerme cosquillas, y me revuelvo en el agua, tratando de apartarlo, casi ahogada por la risa.
-¡Niall! ¡Rubio malvado!- chillo.
La mano que me hacía cosquillas en el cuello se para y va bajando hasta la zona donde tengo mi marca de nacimiento. La roza con los dedos, haciendo que cada fibra de mi ser se estremezca ante su contacto.
-Tienes una luna.
-¿Una luna? Estás borracho tú,¿eh?
-La marca, parece una luna.
-¿Eso crees?
-Y tus ojos... son dos estrellas. Estrellas que brillan de forma traviesa, pero muy bonitas.
Ha bajado la cabeza, y yo estoy ahora apoyada sobre mis codos, con el agua empapando mi piel y mis ropas. Puedo sentir su aliento y los latidos de su corazón muy cerca, y eso me vuelve a alterar.
-Niall... ¿qué dices?
Me coloca un dedo sobre los labios y acerca la cara a la mía. ¿Qué pretende?
Sus ojos no me miran, en realidad, cuando nuestras frentes se rozan, cuando siento sus pectorales contra mi cuerpo.
Por eso, cuando roza mis labios con los suyos, al principio con suavidad, luego con más presión, me siento confusa y feliz a la vez.
-Niall- murmuro, en un susurro medio interrogativo, con los labios pegados a la boca de él.